Jorge Berrueta |
Con una agonía arrancó el 2014, los venezolanos se encontraban expectantes ante la reactivación de los cupos electrónicos y la reasignación de las divisas para tarjetas de créditos, muchos planificaron viajar para el exterior los primeros días del año, pero la inactividad de Cadivi generó dudas entre los usuarios, disminuyendo así sus esperanzas para hacer de su viaje una realidad.
Pasada una semana de esa memoria y cuenta en la que nos dijeron a los venezolanos que el dólar se mantendría a bolívares 6,30 por billete verde, el Ministro Ramírez salió a la palestra pública para “informarnos” que la solicitud de dólares para viajes y otros serían transferidos al Sicad –tremendo balde de agua fría le cayó a más de uno- ahora hay que comprar cada billetico con la cara del señor George Washington a la tasa del otro sistema cambiario de asignación.
Todos quedamos con los ojos boludos, desde quien se iba de viaje, pasando por las agencias que te venden los pasajes hasta las misma aerolíneas, todo el mundo quedó loco con la noticia, si antes era un dolor de cabeza, ahora la cosa se puso peor. El gobierno asegura que estas medidas son por culpa de los “raspacupos”, pero el verdadero trasfondo es otro, no hay dólares en el país para cubrir la demanda, lo que se traduce que las arcas de la nación van palo abajo.
Nos redujeron en 23% la asignación anual y “redistribuyeron” la cantidad a entregar por los días que va a durar el paseo. Por ejemplo, una viaje que supera los 7 días al estado de La Florida en EE.UU. será asignados 700 dólares –tremendo disparate-.
Ahora viajar no será un lujo, tampoco una necesidad; sino un suplicio porque los venezolanos nos vemos obligados a comprar un dólar oficial casi al triple de lo que estábamos acostumbrados. No se consiguen los boletos y si lo encuentras por obra y gracias del espíritu santo tiene uno que ponerse las manos en la cabeza y desembolsar un monto exorbitante.
Sin duda alguna esta medida es una daga en la garganta no solo para los venezolanos, sino para el mismo gobierno, porque esta devaluación disfrazada de Sicad le coarta la libertad de salir del país a cualquiera por culpa del control cambiario. No es posible que cada uno se parta el lomo trabajando para adquirir las divisas, gastar el dinero que se ganó con el sudor de su frente visitando a Mickey o tomando café en cualquier lugar del mundo y el Ejecutivo te diga que no puedes sino que tienes un límite muy bajo que no alcanza para nada.
La nación depende de las divisas para todo –algo lamentable-, en 15 años de la “Quinta República” el aparato productivo del país se vino al suelo, ya no se produce la suficiente materia prima y prácticamente todo hay que importarlo, sumado a grandes empresas que han cerrado sus operaciones por los elevados costos para producir. Las consecuencias de estas medidas de acuerdo a los expertos en materia económica las veremos iniciando el segundo trimestre del año, si ya los anaqueles de los supermercados parecen pueblos fantasmas del viejo oeste, ahora si será verdad que veremos las colas en las afueras de los locales mientras que las bolas de pajas circularan por los pasillos.
En este mar de la felicidad en el que navega Venezuela es que nos tiene la “revolución bonita”, más que agonizar el Gobierno se sigue enroscando para no salir, el pueblo se acostumbra y deja todo a los dirigentes de los partidos políticos, pero nadie sale a decir que está cansado y tampoco exige que se haga valer sus derechos.
La sociedad civil juega un papel importante, el quejarse en la casa con el control del televisor en la mano, o agarrar el celular para hacerlo por twitter, Facebook e instagram no son las verdaderas vías para reclamar, tampoco hablo que se debe protestar de manera violenta, pero si convocar a manifestaciones pacíficas para decirle al mundo que los venezolanos quieren un cambio, que necesitamos redireccionar el barco y tomar nuevos rumbos en la política que se ha convertido en la politiquería del bolsillo que juega con la necesidad de Juan Bimba.
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