“Tus ojos son la patria del relámpago”
Octavio Paz (México, 1914-1998)
León Magno Montiel |
Ese faro intermitente que guió la naves de corsario y conquistadores, que atrajo a los nautas imantados y estos siguieron absortos su reflejo hasta el sur del lago, sin poder explicarse porqué su misterioso silencio ante tanto resplandor. Algunas naves encallaron, a algunos poetas se les trabó su pluma al tratar de describirlo. Los cronistas de indias llevaron ese lampo a sus relatos, el madrileño Lope de Vega lo hizo verso épico en 1598 en su “La dragontea”, allí relata cómo el pirata Francis Drake quedó como a un mago al que se le cae la cortina que le ocultaba su trampa, en evidencia, cuando en una noche despejada, la luz del Catatumbo sirvió de faro cenital para delatar su artero asalto a la aldea Maracaibo. El inglés desistió y tomó otros rumbos.
El escritor paduano William Ospina describe al naturista y explorador prusiano Alexander Von Humboldt: “Combinaba la lucidez con la pasión, porque había sido capaz de amar a América en tanto que los otros sólo la habían codiciado, y acababa de ver con ojos casi espantados de maravilla un mundo virgen, un mundo exuberante, el milagro de la vida resuelto en millones de formas, en las flores más inverosímiles, en las selvas más interminables, en los ríos más indescriptibles”. Humboldt, sabio vulcanista y demógrafo, describió a su vez el relámpago del Catatumbo como “explosiones eléctricas que son fulgores fosforescentes”.
Los indios barí, pobladores pioneros de las radas lacustres, lo llamaron “río del cielo”. El brigadier italiano Agustín Codazzi en su registro cartográfico señaló: “Es un relámpago continuado que surge del río Zulia y plena de luz sus alrededores”.
Los científicos presumen que esa tormenta eléctrica, regenera la capa de ozono que nos protege de la malignidad de los rayos ultravioleta, capa que está en la estratosfera y atenúa los efectos de la radiación de alta frecuencia que laceran las células de la piel, tanto en humanos, como en la fauna.
Los gaiteros le han cantado a ese relámpago silente, a esa palpitación de luz que se eleva hasta diez kilómetros sobre el nivel del lago, entre nubes verticales. El compositor Luis Ferrer nombra el faro natural en su gaita “Retazos del Catatumbo” de 1972:
“Yo marcho cantando al viento
por los caminos del mundo
un canto bello y profundo
de sensible sentimiento
y mi puerto es donde quiera
pues mi musa no reposa
y así voy sembrando prosas
con gaitas maracaiberas;
voy dejando por doquiera
retazos del Catatumbo”.
(Conjunto Rincón Morales, 1972)
Siempre se le ha buscado una explicación científica a esa cuna de centellas, una aceptada por muchos es: “El lago de Maracaibo está arrinconado en una bifurcación de la cadena montañosa de los Andes, abierto a las brisas marinas en su extremo norte, a los vientos alisios. De noche, los vientos fríos de las montañas y el océano, chocan sobre las aguas tibias y sus vapores”. Otros se inclinan por la explicación que parte de admitir la elevada presencia de gas metano en la zona, de sacos de este gas que se forman como consecuencia de la explotación petrolera.
Mundialmente se han realizado ponencias, foros científicos para explicarlo, exponer su inédita importancia, y darle soporte a su récord ante la organización Guinness World Records: “Toda esta convergencia sobre un medio ambiente cálido y húmedo, hace de éste el lugar perfecto para el desarrollo de tormentas eléctricas y alta incidencia de relámpagos”, Según una ponencia presentada en la Conferencia Internacional sobre Electricidad Atmosférica en Brasil.
Renato Aguirre González es otro compositor gaitero que ha plasmado su admiración por el relampaguear del Catatumbo. En el año 2013 compuso “Cordón de plata”, gaita que vocalizaron sus hijas Rena y Daniela Belén:
“Relámpago:
fulgente símbolo de la inmortalidad
cordón de plata
que une a la zulianidad
con ese gran misterio
en tal inmensidad”.
Antes, Renato le había cantando al relámpago, lo había llamado “Catatumbo templo del sol” tema que vocalizó Alfredo Sadel el tenor favorito de Venezuela con La Universidad de la gaita en 1988:
“Allí donde Dios se posa
desde el principio del mundo
nace el sol del Catatumbo
y se siembra el universo
es el océano excelso
de la gloria misteriosa”
El pueblo más cercano al punto de origen del fenómeno electroatmosférico es Ologá, caserío de agua que parece una tarjeta postal, con sus casitas sobre pilotes pintadas de colores vivos, como el antiguo barrio El Saladillo pero flanqueando por una angosta franja de tierra entre una laguna y el Lago Coquivacoa. Los 300 habitantes del pueblecito de pescadores, en su mayoría parece tener una historia sobre cables eléctricos achicharrados y artefactos quemados, de lo que culpan al faro. Con ellos convive desde el año 2008 un fotógrafo nacido en Barbados llamado Alan Highton, quien quedó prendado del fenómeno luminoso y se ha convertido en una especie de guía turístico, un explorador avezado de la Ciénaga de Juan Manuel. Investiga el relámpago que aparece unas 180 veces al año, como la flora y fauna del lugar. Highton tiene un extenso registro fotográfico del faro natural, sus serpientes de luz en los cielos púrpura, rojizos o de un azul espacial.
También el más grande de los compositores zulianos, Rafael Rincón González, describe el zigzaguear de sus rayos luminosos:
“Para cantar una gaita
tan solo se necesita,
gaita zuliana
la más sabrosa del mundo,
nacer en la bella tierra
de nuestra Virgen Chinita
la gaita maracaibera
y el zigzag del Catatumbo”
(Gaita maracaibera, 1963)
Una de las mejores creaciones de Renato Aguirre es la gaita “Afiche zuliano” que encierra una visión de los pobladores del occidente, designándolos como el candor de la luz de su alborada:
“Mágica tierra encantada
música e imagen de amor
de un pueblo que es el cantor
de la luz de su alborada,
la gaita nervio y motor
del Zulia y su Catatumbo
único pueblo en el mundo
que tiene de noche un sol.”
Esa gaita la vocalizó Fernando Rincón con La Universidad de la gaita en 1986.
En la temporada 2013 el periodista y compositor Javier Muñoz León plasmó su admiración por el faro natural con una gaita que asemeja el estilo del poeta Luis Ferrer, la que tituló “Génesis” interpretada por el tenor Simón Encinoso con el conjunto Rincón Morales:
“ El Dios del cielo en su amor
colgó en el Zulia profundo
la espada del Catatumbo
y una medalla por sol.
Desde su constelación
derramó un lago ondulante
una virgen navegante
hizo en él su aparición.
Y absorto en su creación
fundó los pueblos de orilla
un corazón por capilla
y la gaita por canción.”
Gaita que estuvo catalogada como la mejor de esa temporada, llena de lírica, donde Javier compara el rayo del Catatumbo con una espada que corta la noche:
“La espada del Catatumbo
desenvainada en el cielo
corta zigzagueante el velo
que cubre de noche al mundo.”
El poeta Udón Pérez en el “Himno del Estado Zulia” cantó:
“La luz con que el relámpago
tenaz del Catatumbo
del nauta fija el rumbo
cual límpido farol.”
Y esa imagen la trasladamos al escudo del Zulia y por igual a su bandera. En ambos aparece el Relámpago del Catatumbo como una cimitarra en el cielo.
El faro del Catatumbo es un icono de identidad, símbolo de la grandeza zuliana. Debemos coadyuvar para que la UNESCO lo declare patrimonio de la humanidad y se genere un gran plan de rescate de sus pueblos de agua, la ciénaga donde nace, el dragado del río Catatumbo que provee el 70 por ciento de las aguas del lago, y que está siendo atacado por la sedimentación y la deforestación de sus márgenes.
De hecho, en un reportaje que realizó la cadena ABC News lo llamaron “Sinfonía de luces” ese atinado trabajo periodístico despertó la curiosidad de exploradores, ecologistas e investigadores en el mundo entero. Ojalá nosotros los zulianos, hijos del relámpago, salgamos del letargo y lo asumamos con una maravilla que nace en la cuenca lacustre, para asombro del planeta.
León Magno Montiel
@leonmagnom
Instagram leonmagnom
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