“Ese puñado de tierra natal,
las canciones que gustan
traer consigo los inmigrantes”.
Juan Carlos Onetti (Uruguay, 1909-1994)
Cuando solo
faltaban tres años para que naciera Víctor Hugo, 1947, su padre emprendió una
gira muy atrevida y arriesgada, un recorrido inédito hacia la ciudad de Detroit
en el lago de Michigan, se calcula que el trayecto fue de unos 15.000
kilómetros hasta llegar al noreste de los Estados Unidos. Montados en un
vehículo Ford del año 1928, el celebérrimo modelo T, sin doble tracción, ni
orugas; así viajaron con la pretensión de conocer al admirado inventor Sir
Henry Ford. Para ello, salieron desde la catedral de Machiques el 25 de enero
de 1947, atravesaron la espesura de las selvas colombianas y sus caudalosos
ríos, vadearon los pantanos panameños, los bosques vírgenes de Costa Rica, las
veredas montañosas y los lagos extensos de Nicaragua, Honduras y Guatemala.
Cruzaron el
México ancestral de ídolos enterrados, con sus magníficos campos y monumentos
incaicos, hasta llegar a la ciudad soñada, la gélida cuna del automóvil:
Detroit, nombre de origen francés “Citat
d'Etroit” bautizada así por los traficantes de pieles galos, cuyo
significado es “Ciudad del estrecho”. Nueve meses duró la arriesgada y
extenuante travesía, casi les cuesta la vida: cayeron en ríos profundos,
enfrentaron a asaltantes de caminos, abrieron surcos en terrenos vírgenes,
hicieron trochas en selvas ignotas. Los tres expedicionarios sobrevivieron a
plagas, al tifus y al asedio de los insectos, a la embestida de los animales de
los montes; a los aguaceros diluviales. Esos tres aventureros fueron: José
Joaquín Rojas, un avezado mecánico, Régulo Díaz “Kurubinda”, un respetado
cronista. Y como jefe de la expedición Mingo Márquez.
A la hazaña de
estos “Quijotes del volante”, 49 años después, Víctor compuso un homenaje, lo
grabó la cantora Lilia Vera, en octubre de 1996:
“De Machiques a Detroit
por la selva tropical
de la América central
en aquel carro Fotingo:
Régulo, Joaquín y Mingo
abrieron ruta inmortal”.
(Márquez, 1996)
Cuando
llegaron a la ciudad de los motores, octubre anunciaba el frío otoñal, Míster
Ford había muerto a los 83 años de edad víctima de una hemorragia cerebral,
sólo unos meses antes del arribo de los zulianos. De tal manera que no pudieron
cumplir su sueño de conocer al famoso industrial, el multimillonario inventor
del Ford T, Henry Ford, quien poco antes de morir, dijo: “Los que renuncian son
más numerosos que los que fracasan”: Los quijotes del volante, nunca
renunciaron a su sueño.
Cuando Víctor
Hugo cumplió los 18 años de edad, se marchó a la ciudad de Caracas para
realizar la carrera de Psicología en la Universidad Católica Andrés Bello. De
esa casa de estudios egresó en 1973 con honores, y regresó al Zulia para
comenzar la carrera de Derecho en LUZ, la culminó a finales de 1975. Con dos
títulos universitarios: psicólogo y abogado, retomó su afición de niño por la
poesía, la rima de palabras, el canto. Sus tíos cuentan que a los cuatro años
de edad, declamaba poemas infantiles, que aprendía en la escuela para cada
efeméride resaltante. A los nueve años escribió su primera obra y desde
entonces no paró, siguió creando, cual árbol frondoso, siguió dando frutos
líricos y melódicos. El niño se levantó admirando la Sierra de Perijá, su neblina,
su espesa arboleda y sus ríos trepidantes. De ella surgió su inspiración, su
musa para crear versos, y para vestir con ellos los compases de la gaita y la
danza, para adornar la estructura intrincada de la décima criolla.
Se unió en
matrimonio Lourdes Barrios su colega psicóloga, a quien conoció en Caracas,
llegaron sus tres hijos: Lourdes, quien es periodista, reside en España. Víctor
Enrique, es músico con Doctorado en composición de la Universidad de Missouri,
la hija menor Lara, quien es psicóloga, actual jefe del departamento de
Psicología de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado.
Comenzaron sus
éxitos en el mundo artístico, primero con el Conjunto Santanita, en la voz de
Gladys Vera, con la danza “Amor Marginal” en 1976:
“Tenía yo quince años
veinticinco vos
y con picardía
nos decíamos adiós”.
(Márquez, 1976)
Ese tema se
convirtió en un éxito nacional y luego en un clásico. En 1977 compuso otra
danza de corte social, la tituló “Perucho”, describe la vida de un adolescente
que debido a la poca atención de su familia y la falta de afectos en su hogar,
cae en el mundo de la drogadicción, y desde su desgracia, reclama una
oportunidad para triunfar en la vida. La danza la interpretó Eddy Méndez con el
conjunto Los Juvelines de Enrique Quiroz:
“Ayer no tuve el coraje
para hablar conmigo mismo
de enfrente solo al abismo
de la droga una vez más.
Soy un estorbo en mi hogar
me expulsaron del liceo
este es el colmo
y yo creo
que yo no sirvo pa' na' ”.
(Márquez, 1977)
Víctor
Hugo ingresó a la Universidad del Zulia como profesor, entonces combinaba su
actividad artística con la docencia. Fue registrador mercantil, ejerciendo en
su condición de abogado, pero la música en su vida ha sido una constante.
En 1985
participó en el festival “Una gaita para el Zulia” de Industrias Pampero y
obtuvo el primer lugar con el tema “El Buhonero” interpretado por los hermanos Andrés
y Nelson Romero, con el conjunto Alegres Gaiteros:
“Buhonero, buhonero
que te transcurres la vida
gritando por la avenida
con ese sol mañanero,
por honrado y tesonero
y por ser un buen zuliano
yo quiero estrechar tu mano
en sentimiento pueblero”.
(Márquez, 1985)
En
varias ocasiones Víctor Hugo Márquez nos ha representado en festivales
internacionales de la décima y el verso improvisado. En Cuba en los años 1991,
93 y 97. En la República Dominicana participó en 1993 y fue invitado al
“Festival de poesía popular de Almería” en 1995.En México ha asistido a cinco
encuentros de decimistas. Ha llevado sus versos repentinos a Madrid, Qatar,
Colombia e Islas Canarias, gracias a la iniciativa del CIDVI, el centro
Iberoamericano de la décima y el verso improvisado.
En 1998
celebró los 51 años de la hazaña de su padre y sus dos colindantes: la
asombrosa gira de Machiques a Detroit, con una segunda edición de ese
itinerario internacional. En esa ocasión, viajaron por Centroamérica hasta
Norteamérica en camionetas Ford Explorer, por autopistas y caminos más
benévolos, la realizó junto a su hija mayor Lourdes. Esa segunda gira fue un
éxito, gracias al apoyo de la empresa Ford de Venezuela.
Uno de
los temas más importantes en la obra de Víctor Hugo es la danza “Se nos muere
el Lago” un canto de carácter ecológico, un clamor en tonalidad menor por la
salvación del cuerpo de agua que nos dio la vida y es nuestra mayor riqueza
natural:
“Zuliano mirá
que se está acabando
está agonizando mi lago
qué barbaridad,
brota por doquiera
su fauna extenuada”.
(Márquez, 1974)
La primera
versión de esa danza la grabó la extraordinaria cantante y pianista Nelly
Marcano en 1974. En esa línea creativa, reivindicativa, compuso en 1993 la
gaita “Llora la Sierra” un aldabonazo en las mejores voces de la canta criolla:
Lilia Vera, Iván Pérez Rossi, María Teresa Chacín, Simón Díaz, Rummy Olivo,
Reynaldo Armas y el propio Víctor Hugo Márquez. Fue un noble gesto de
solidaridad de los cantores más connotados. El tema “Llora la Sierra” es un
recorrido por la biodiversidad perijanera, su serranía, su piedemonte. Al mismo
tiempo, denuncia la tragedia que allí se vive por la explotación inmisericorde
del carbón, el narcotráfico, los secuestros, el libre tránsito de extranjeros
sin documentación, por la invasión de hordas de paramilitares, que la habitan a
sus anchas y han convertido la Sierra en territorio de emisoras ilegales,
instaladas por la guerrilla colombiana para unir a sus huestes en territorio
venezolano y dar mensajes cifrados de su accionar delictual:
“Llora el corazón
de la Sierra que atesora
niebla, ríos, fauna y flora
alimento y bendición.
Fiebre de carbón, narcotráfico y secuestros
nos despojan de lo nuestro
reclamamos protección:
Basta de invasión”.
(Márquez, 1993)
La primigenia casa de los Yukpas y los
Barí, es un ecosistema admirable, de parajes hermosos: Kunana y Río Negro. Con
el pico Tetari de 3.750 metros de altitud sobre el nivel del mar. Al final de
esa gaita, como epílogo, en lengua yukpa Víctor Hugo recita: “Bonita doncella
yukpa, llena de gracia”.
La
agrupación Los Chiquinquireños le grabó al profesor Márquez un tema de gran
belleza, titulado “Cuando habla mamá” con hermosas imágenes poéticas, lo
cantaron a dúo Gladys Vera (su primera intérprete) y Carlos González, con un
introito hermoso en la voz de la niña Paola Guerra. Está incluida en el álbum
2007:
“Cuando habla mamá el patio florece
cada planta crece como si tuviese
más luz que humedad.
Refresca en la ciudad
sus ramas de vida, los pájaros anidan
y el dolor se olvida pues la vieja está.
Cuando habla mamá el amor nos canta
desde su garganta un arrullo de cuna
y un canto paz”.
(Márquez, 2007)
Para
completar ese ciclo de gaitas chiquinquireñas, compuso un tema junto a Ervin
Montes titulado “El farolero de la Virgen” lo grabó Argenis Carruyo con El Gran
Chiquinquirá de Alí Carrasquero en 2005. Ese tema sonó en todo el país, ganó
muchos aplausos, dedicado al devoto Miguel Escola, quien iluminó con antiguos
faroles el camino por donde pasaba la Virgen en procesión, bendiciendo a su
pueblo.
Junto
al cantautor Ilan Chester, Víctor grabó el tema “Chinita perijanera” para el
álbum que recibió el Premio Grammy, arreglado por el maestro zuliano Marcos
Salas, allí participaron Ricardo Cepeda, Argenis Carruyo, Rafael Rincón
González, Ronald Borjas, entre otros.
El 4 de
julio de 2014, la Universidad del Zulia inauguró la “Cátedra libre de la gaita”
con el aval de la Vice Rectora Judith Aular, para profundizar el conocimiento
sobre los orígenes y la evolución de esa forma musical. Víctor Hugo es el
coordinador y parte de su premisa teórica es: “Los gaiteros deben compartir sus
saberes con el pueblo que los admira, con la gente que canta la gaita
perijanera, de tambora surlaguense, la de Santa Lucía, y especialmente la gaita
de furro, que ha llegado a todos los rincones de la nación”.
La
Fundación Trade Quip ha publicado tres libros con las investigaciones
etnomusicales del profesor Márquez, y la Universidad del Zulia le editó uno
sobre la vida y obra del juglar Rafael Rincón González, a quien consideró su
padrino artístico.
En una
reciente gira cultural que realizamos por Texas, Estados Unidos, participamos
en varios foros sobre el folclor zuliano, estuvimos con entrañables amigos:
Humberto Bravo, Germán Ávila Jr., Manuel Soto, Luigi Castillo y con los
directivos de la Fundación Beltway. Allí confesó Víctor Hugo, que él cometió un
error al oponerse a mi propuesta de “Gaita todo el año”, la que formulé en 1984
a través de mi programa Sabor Gaitero en
Radio Calendario y la gente aceptó mayoritariamente. Yo buscaba que la gaita se
desarrollara en los medios de comunicación: especialmente en la radio y en los
medios electrónicos nacientes, los doce meses del año. Y que la gaita fuera un
escudo de contención contra la invasión de ritmos extranjeros, ante la
sobre-exposición del reguetón y el vallenato. Su gaita de 1987 criticó mi
propuesta, pero ese tema quedó en el pasado, sumido en el silencio. Hoy
agradezco su generoso apoyo.
En la
actualidad, el trovador Víctor Hugo Márquez tiene una apretada agenda de
encuentros culturales, ha recorrido muchos países llevando su canto. Pone
especial empeño en “La escuela del folclor” avalada por la Fundación Beltway,
donde él es director y el principal
maestro. Pronto saldrá al mercado su libro “Jira de Machiques a Detroit”
(Jira con jota, tal como lo escribió Kurubinda originalmente, pues alegaba que
“gira” es un recorrido que regresa al punto de partida, y el de ellos, no
cumplió con eso). Es una crónica sobre esa proeza continental.
La gira
pionera que emprendió su padre Mingo Márquez hace varias décadas, en su
legendario Fotingo, Víctor Hugo la ha continuado con su cuatro y sus versos en
ristre. El pionero machiquense murió 18 de noviembre de 1978, pero su hijo sigue
atravesando la geografía de lejanas naciones y dejando constancia de su amor
por la música, la pasión que le inspiró la Sierra majestuosa, esa fuente de
vida y misterios que se eleva entre dos naciones. La madre sierra que lo vio
nacer, su doncella llena de gracia: dadora de su arte.
León
Magno Montiel
@leonmagnom
leonmagnom@gmail.com
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