“Lo único mejor que la música,
es hablar de música”.
Gabriel García Márquez (Colombia, 1927-2014)
Un adolescente escuchaba música con
sus amigos del barrio, iban a las playas del Atlántico panameño y entre tragos
de ron, sintonizaban las emisoras colombianas y soñaban con surcar los mares
del norte; él llevaba en su alma una cantera de melodías y versos, un mundo de
notas y vivencias que se iban entretejiendo y que pronto comenzaría a florar, a
germinar. Primero en el rock, cantado en inglés, y luego en los ritmos
afrocubanos. Ese muchacho cuyo nombre era Rubén Blades, fue el segundo hijo de
una pianista cubana llamada Anoland Bellido de Luna y un percusionista
colombiano llamado Rubén Blades Bosques, oriundo de Santa Marta, quien además
trabajó en la policía secreta, fue investigador y un destacado jugador de baloncesto.
Rubén nació en Chiriquí en la frontera
con Costa Rica el 16 de julio de 1948, y se crió en Ciudad de Panamá, en una
casa antigua y grande, llena de recuerdos y apariciones espectrales, donde se
vivía y respiraba arte en todas sus formas. Su abuela materna Emma Bosques le
enseñó a leer, a apreciar la música y la educación. Era una mujer espiritista,
rosacruz, pintora y poeta, pero sobre todo maestra. Su madre fue actriz de
radio en La Habana, en la década de los 40, su voz era una fuente de fantasías
e historias. Su padre siempre tuvo seguidoras, primero como músico y luego como
deportista, hombre de carácter reservado, muchas veces inescrutable; por ello
fue detective, un individuo ligado a la autoridad.
El primer encuentro formal con la
música Rubén lo tuvo en 1962 con la banda de rock The Cends donde cantaba en
inglés. Su abuelo materno era oriundo de la isla de Santa Lucía, el inglés era
su lengua materna, quizá eso lo marcó genéticamente para tener una capacidad
innata de ser bilingüe, con su raro apellido Blades, que se pronuncia
originalmente “bleids” pero que el habla coloquial convirtió en “blades”. En
1963 entró a la banda latina Los Salvajes del Ritmo donde cantaba imitando a su
gran ídolo Cheo Feliciano. Rubén siempre tuvo como referentes modélicos del
canto caribeño a Ismael Rivera el sonero de la calle Calma, y a Feliciano el
sonero de Ponce, ambos de Puerto Rico. Ellos fueron sus maestros cantores, sus
guías.
Su familia era de clase media, y
siempre lo impulsó, lo motivó hacia el estudio formal, más que hacia la música,
que para ellos era más una pasión, un divertimento que un oficio formal. Por
ello decidió estudiar Leyes en la Universidad de Panamá. En esos años, ese país
vivía la efervescencia del orgullo nacionalista, un sentimiento colectivo de
soberanía, sobre todo después de la crisis humanitaria desatada el 9 de enero
de 1964, cuando los marines norteamericanos masacraron a 21 personas e hirieron
a otras 500, solo porque protestaban en la zona adyacente al canal, dominada
imperialmente por los EEUU; solicitaban que se izara la bandera panameña junto
a la estadounidense. La respuesta de los soldados norteamericanos fue brutal y
desmedida.
La familia Blades Bellido salió
forzosamente al exilio en 1972, y se residenció en Miami, huyendo de la
persecución política de los militares encabezados por el ominoso General
Noriega. Rubén llegó hasta Nueva York, la ciudad con la que siempre había
soñado, a la que había visto en filmes, había oído en canciones y era la Meca
soñada de la música que él quería hacer. Allí grabó su primer álbum con la
Orquesta de Pete Conde Rodríguez, titulado “De Panamá a Nueva York” y logró una
modesta difusión.
Rubén siempre se sintió cómodo en la
soledad, la entendía como el refugio natural del creador, en sus horas de ocio
tocaba su guitarra y creaba nuevas melodías. Además siempre fue un asiduo
lector. En esa atmósfera de sosiego seguía creando su obra, hasta que en 1974
entró a la Fania, la gran casa disquera de la salsa. Lo hizo como empleado de
correos, ganaba 125,00 dólares semanales, viviendo en un cuartucho mísero, sin
calefacción, malcomiendo “fastfood”. Años después en una entrevista de
televisión testimonió: “Al principio en Nueva York, estuve muy limitado, pasé
casi dos años sin probar una buena comida casera”.
Ahí comenzó a contactar a los grandes
músicos del ambiente latino neoyorquino, a compartir sus creaciones, conoció a
Ray Barreto “El manos duras” quien tenía una poderosa banda, con él participó
en dos álbumes en 1975 y 1976. Conoció al destacado músico nativo del Bronx,
Willie Colón y este le dio la oportunidad de grabar el álbum “Metiendo mano” en
1977, que incluía el tema “Plantación adentro” del bardo puertorriqueño Tite
Curet Alonso, uno de sus mentores:
“Camilo Manrique falleció
plantación
adentro camará
sombra son la gente
y nada má”.
Así
comenzó una saga de éxitos que lo llevó a pasearse por los mejores escenarios
de América Latina, y surgieron los álbumes
icónicos:
·
"Siembra”
con el sello Fania en 1978, el LP más vendido en la historia de la salsa.
·
"Maestra
vida” sello Fania en 1980, una ópera-salsa o una crónica musical, en dos
entregas.
·
“Canciones del Solar de los Aburridos” con el sello Fania
en 1981.
·
“The Last Figth” (La última pelea) bajo el sello Fania en
1982.
·
“Tras la Tormenta” álbum del reencuentro de Colón y
Blades, in memoriam a Héctor Lavoe y al actor Raúl Juliá, con el sello Sony en
1995.
Su
carrera como cantautor se agigantó cuando fundó la agrupación “Los Seis del
Solar” en 1983, un sexteto con vibráfono, rememorando el estilo armónico de Joe
Cuba, pero con las letras llenas de imágenes poéticas que narraban
problemáticas urbanas. Esa agrupación élite la fundaron sus amigos, el pianista
neoyorquino Óscar Hernández, Eddy Montalvo en las congas; Frank Irizarry en el timbal;
Mike Viñas en el bajo; Ricardo Marrero en el vibráfono; Robby Ameen, batería;
Louis Rivera, bongó; todos residenciados en la ciudad de los rascacielos,
conocedores de esa movida musical vanguardista.
Surgieron éxitos como “Decisiones”
1984, “Cuentas del alma” en 1985, “Todos vuelven” 1984, “Ojos de perro azul”
del álbum “Agua de luna”, un homenaje a Gabriel García Márquez, su amigo
entrañable, cuyas crónicas, cuentos y novelas Rubén había leído con pasión y
rigor, quien una vez declaró: “Me hubiese gustado componer Pedro Navaja”;
Después Blades amplió la orquesta,
incluyó trombones, emulando el sonido neoyorquino creado por Colón en los años
70. Con ellos produjo cuatro álbumes de alto tenor: “Antecedentes” en 1988, “In
live” en 1990, “Caminando” en 1991, “Amor y Control” en 1992; el tema principal
de este último, está inspirado en la dolorosa agonía y muerte de su querida
madre Anoland Bellido de Luna, víctima de cáncer. Fue uno de los momentos más
duros en la vida de Rubén. Vivió escenas desgarradoras, pues vio cómo la
enfermedad se llevaba a su amada madre sin poder evitarlo, en 1991:
“Saliendo del hospital
después de ver a mi mamá
luchando contra un cáncer
que no se puede curar.
Vi pasar a una familia
al frente iba un Señor de edad
una Doña, dos muchachos
y varias personas más”.
después de ver a mi mamá
luchando contra un cáncer
que no se puede curar.
Vi pasar a una familia
al frente iba un Señor de edad
una Doña, dos muchachos
y varias personas más”.
Anoland
fue su amor infinito, su musa; de ella heredó la sensibilidad musical y el alma
de compositor. Sobre Anoland, su vida; la actriz cubana Myriam Acevedo (su
mejor amiga en Cuba) relató:
“Anoland
era también una niña excepcional. Desde pequeña tocaba el piano como una
verdadera profesional. Ella cantaba con voz de soprano y yo, de contralto. Al
dueño de la emisora CMQ, la principal emisora del país, se le ocurrió que
nuestras dos voces podían hacer un dúo, y así lo hicimos”.
Anoland que había nacido
en Regla, un asentamiento cerca de La Habana, en 1927; conoció a un bongocero
de orquesta que estaba en gira por el lugar, el que a la postre fue su esposo,
padre de sus cinco hijos.
En paralelo a su carrera musical,
Blades incursionó en el cine, al principio muy modestamente, al lado de
talentos como Sonia Braga, Robert Redford, Woopy Wolberg. Poco a poco fue
soltando amarras hasta llegar a rodar 35 filmes, en dos de ellos ha trabajado
con el director venezolano Jonathan Jabukowicz:
·
“Secuestro
Express” en 2005, protagonizada por la argentina Mía Maestro y Jean Paul
Leroux.
·
“Manos
Duras” en 2016, protagonizada por el venezolano Edgar Ramírez y Robert De Niro.
Su compañera de rodajes Salma Hayek en
la cinta “El mexicano” (Once upon a time in Mexico) junto a Antonio Banderas, y que luego lo
dirigió en una serie, declaró: “La voz de Rubén es bella, no solo por cómo
suena, sino por lo que trae”.
Su vida privada siempre ha sido
enigmática, reservada, poco o nada revelada, pero sabemos que nunca conformó un
hogar. En 2015 se reveló que tenía un hijo en Puerto Rico, llamado Joseph Verne
de 39 años de edad, que a su vez tiene una hija. Ante este hecho, de ser padre
y abuelo repentinamente, Rubén declaró en su página web oficial, el 31 de
diciembre de 2015:
“Los abogados localizaron al Señor
Verne y se hicieron los arreglos logísticos para que tanto él, como su madre y
yo, concurriésemos a un laboratorio a realizarnos una prueba de ADN. Esas
pruebas se lograron en febrero de 2014 y los resultados fueron concluyentes:
Joseph Verne, varón de 39 años de edad, es mi hijo biológico. La convicción de
Joseph resultó ser verdad y yo, desde luego, estaba equivocado al haber
considerado que no existía esa posibilidad”.
Actualmente tienen una relación muy
cordial y muy familiar, pues Rubén ha tratado de enmendar su error y Joseph lo
ha aceptado con auténtico amor.
Desde 2006 Rubén Blades está casado
con la cantante y actriz Luba Meson, mujer con una férrea formación pianística
y con estudios superiores en Julliard School, nacida en Queens (N.Y.) de padres
europeos. Con ella ha participado en conciertos en Broadway, grabaciones, y
mantienen una relación de pareja estable, sin entorpecer sus carreras.
Otra vertiente importante en la vida
del “hijo del barrio San Felipe”, el sonero vital Rubén Blades Bellido de Luna,
es la política; esta lo apasiona, lo atiza. Así lo expresó desde sus días de
estudiante en Panamá cuando participó en las protestas colectivas, y estuvo
identificado con los movimientos de izquierda, apoyó la autodeterminación de
los pueblos. Hizo canciones a personajes que admiraba como Chico Méndes el
líder de los trabajadores del caucho en Brasil asesinado en 1988, a Monseñor
Oscar Romero el mártir de El Salvador,
“Tiburón” tema que representa el imperialismo yanki y su asecho en las
costas del Mar Caribe:
“Ruge la mar embravecida
rompe la ola desde el horizonte
brilla el verde azul del gran caribe
con la majestad que el sol inspira.
El peje guerrero va pasando
recorriendo el reino que domina
pobre del que caiga prisionero
hoy no habrá perdón para su vida”.
rompe la ola desde el horizonte
brilla el verde azul del gran caribe
con la majestad que el sol inspira.
El peje guerrero va pasando
recorriendo el reino que domina
pobre del que caiga prisionero
hoy no habrá perdón para su vida”.
(Blades, 1981)
Criticó
la sociedad de consumo en su tema “Plástico” de 1978, uno de sus clásicos más
célebres.
En 1994 participó como candidato a la
presidencia de su país con el partido que fundó en 1990 llamado Papá Egoro (en lengua
emberá, significa Madre Tierra). Obtuvo solo el 20% de los votos. Luego aceptó
la invitación del presidente Martín Torrijos Espino, hijo del mítico General Omar
Torrijos, quien gestionó en 1977 la devolución del Canal al pueblo de Panamá
para el 31 de diciembre de 1999.
Rubén fue un innovador en la cartera
de turismo, del 2004 al 2009. Realizó campañas muy efectivas para subir el
nivel de captación y atención de turistas para el istmo. Por esos días inauguró
su programa en la web SDRB (El show de Rubén Blades) donde compartía cada
semana sus vivencias, respondía interrogantes de sus seguidores, revelaba
secretos de su vasta carrera artística y lanzaba primicias de sus actividades
personales. Una de ellas fue el álbum que produjo en su casa de Los Ángeles
“Canciones del subdesarrollo”, donde él grabó artesanalmente la percusión, las
guitarras, coros, y la voz solista. Y la gente lo podía bajar desde su
computadora. En ese mundo 2.0 también ha sido un pionero, un visionario.
Recién ha revelado que aspira cerrar
su vida conquistando la presidencia de Panamá, para ello va a trabajar fuerte,
incluso se piensa retirar de los escenarios, para convivir con los ciudadanos,
con el panameño de a pie. En su página web www.rubenblades.com
publicó:
“Prefiero suspender mis presentaciones
personales en giras de salsa como Rubén Blades cuando todavía tengo la voz que
me permite cumplir con el público, con la orquesta, con el repertorio y con mis
expectativas de calidad”. Y agregó: “Existe la posibilidad de que me reintegre
al proceso político en el futuro”. Aunque aclaró que seguirá produciendo música
y componiendo.
En 2009 Rubén Blades realizó el tour
“Todos Vuelven”, con los integrantes originales de Los Seis del Solar, como un
colofón a esa etapa de su carrera musical. También logró un acuerdo con la
Universidad de Harvard para que se encargue de sus archivos personales, toda
vez, que él es un destacado exalumno en el área del Derecho Internacional de
esa casa superior de estudios. De esta forma pretende que sus documentos
vivenciales sean preservados, y quede protegida su huella, su paso por este
mundo.
Venezuela ha sido muy especial en la
vida y obra de Blades. En nuestro país pegó su primer tema “Plantación
adentro”, su mejor amigo en la Nueva York de mediados de los 70 fue César
Miguel Rondón, el laureado locutor y autor del “Libro de la Salsa”, en su
apartamento se hospedó. Su ídolo en el beisbol, disciplina que sigue y ama
desde su niñez, es el zuliano Luis Aparicio, sobre quien en documentales ha
dicho: “Aparicio era la calidad en el campo de juego, y la calidad como
persona, un héroe deportivo”.
Grabó con Guaco en el álbum “Escultura”,
y recién con la talentosa cantante zuliana María Virginia Caldera el tema “La
duda” de la autoría de Ricardo Portillo (2016). En La Carlota, Caracas, montó
su ópera-salsa “Maestra Vida” junto a El Sistema de Orquestas de Venezuela,
bajo la dirección de Gustavo Dudamel. Se declaró admirador del maestro José
Antonio Abreu. Y la Orquesta Carángano montó el “Concierto Tributo a Rubén
Blades” con arreglos de José Luis García en el Aula Magna de la Universidad
Rafael Urdaneta, un recorrido por la inmensa obra del poeta de la salsa. Sin
duda, Venezuela ha sido una patria amorosa para el cantor de Chiriquí.
Rubén Blades es un escribano de las
esquinas, un músico que siempre tendrá nuevos intérpretes, con renovadas
versiones de sus temas. Un hombre perseverante que expresa su lema: “Me gusta
la esperanza invencible del que ha sido perdedor y no se rinde”. Es un cantor
en tono inmortal.
León Magno
Montiel
@leonmagnom
leonmagnom@gmail.com