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sábado, 1 de mayo de 2021

Racionamiento irracional y la hora del diablo - por José Luis Zambrano @Joseluis5571

Sainete en cápsulas

En la segunda ida intempestiva del fluido eléctrico del día, tenía el sueño engarrotado en las ojeras. Me asomé a la ventana y vi absorto una barricada en llamaradas, mientras vecinos altisonantes vociferaban su queja, estragados por la incomprensión de no entender un esquema de cortes manejados al antojo, como si fuese una ruleta burlesca de caprichos gubernamentales.

Mientras le daba palmadas angustiantes a la modorra, me limité a reflexionar sobre tal dictamen. Ya la luz se había ido por cuatro acaloradas horas y ahora nos regalaban una ñapa adicional. Habría que enfundarnos amplios estudios de cartografía, avezados conocimientos sobre jeroglíficos egipcios y hasta llamar a Indiana Jones para entender en qué cuadrante exacto está ubicado mi sector en ese enrevesado plan de racionamiento eléctrico.

Son horas de un terrible tedio y gran inoperancia para un país que clama por mayor productividad y resultados. Pero se prefiere llenar de bostezos sudorosos los 240 minutos de zozobra, que buscar una forma productiva de solucionar semejante contingencia energética, provocada por la desinversión que por un infante climático.

Lo más descabellado de tan infranqueable esquema de corte lumínico es segmentar en importancia al país. La capital supuestamente no sufriría los embates de la mutilación del servicio; pero el Zulia, cuyos niveles de temperatura son alarmantes en cualquier época del año, sí pueden sus habitantes pasar esas horas empapados en su desdicha, arrullando el calor en su pesadez y sin agua en los grifos como subterfugio para calmar la pesadumbre.

Pero el primer día de racionamiento se les fue de las manos al Gobierno, pues como llanto profético desde el cielo, una pertinaz lluvia acarició la madrugada, dejando al descubierto el nulo mantenimiento de los transformadores, los cuales colapsaron y por más de 12 horas, pusieron a contar los segundos a unos zulianos confundidos, quienes no entendían por qué las 4 horas se multiplicaron por tres y la burla sobrepasaba el límite del abuso.

Esa complicación generó en el Zulia la arremetida hacia las calles, trancando vías, sonando cacerolas y quemando cauchos y hasta basura, por eso cuando se fue la luz por segunda ocasión, no sabía si prefería achicharrarme con mi esposa en ese obligado calor familiar o abrir la ventana para percibir el asfixiante olor a llanta chamuscada.

La situación pareciera un embrujante experimento para ver hasta dónde llega la paciencia nacional. Nos toca seguir en esa silenciosa tertulia con la soledad y con la incomprensión haciendo mella en las ideas, aunque observando cómo en los ministerios y en la propia Miraflores, pueden explayarse en su comodidad, recibir la ventilación generada por los aparatos eléctricos al tope, lavarse cuando les plazca y reírse de quienes padecen por su ineficiencia, a sabiendas que en cualquier momento el pueblo llevará su temperatura hacia una decisión abrupta y sacar de cuajo a este socialismo, que sólo siembra desdicha para la gran mayoría y bonanza para unos pocos relacionados con la cúpula del poder.

Lo más sorprendente es el rictus demoníaco para el cambio del huso horario, al zurrarnos en las narices sus falaces intenciones de poner de cabeza la espiritualidad cristiana y asentar la modificación precisamente en la hora de Satán. Si las 3.00 de la tarde es la hora sagrada, su contraria endiablada es la misma pero de la madrugada, por ello la sugerencia presidencial de implantar la reforma a las 2.30 de la mañana y asestarnos más desdichas, para sumirnos en su poder maligno.

En este entrevero de consejas de babalaos cubanos, opté por establecer en los relojes el tiempo para producir cosas positivas, elevar oraciones por la paz de mi país, sumar la media hora antes de acostarme, anhelar que el cambio sonría a Venezuela con la venia de Dios por delante y con la LUZ de la fe en su máximo nivel, aunque la eléctrica me la quiten por más de 4 horas.







MgS. José Luis Zambrano Padauy
Jefe de la Biblioteca Virtual de Maracaibo “Randa Richani”
@Joseluis5571

martes, 29 de marzo de 2016

Del asueto al zoológico urbano nacional - por José Luis Zambrano @Joseluis5571

Sainete en cápsulas


El hogar tiene ambiente de santuario. Quizá se pague una promesa con ese incierto complejo de lo inconveniente. Se ha santificado la casa, no con los aromáticos inciensos particulares de los tiempos de reflexión espiritual, sino con una forzada andanada de velas y velones. No se venera ninguna sagrada imagen o se levantan plegarias para evitar una antediluviana profecía de catástrofe mundial. Sólo son candelillas improvisadas ante la promulgación de los apagones como acción cotidiana.

Emigrar de nuestros aposentos la semana pasada era una idea elocuente, para huir de tan inconveniente sistema de racionamiento eléctrico. No existía mejor excusa para visitar los recintos de fe, donde mora el amor de Cristo y su duro sacrificio de amor. Pero la crisis allanó a las iglesias, faltando hasta las hostias para las eucaristías de esa Semana Santa.

Resulta dura la tarea de escribir sobre un país en el cual los sinsabores son una especie de virulenta estela de desagravio continuo. No es justo para una nación saturada de maravillas naturales y gente receptiva, encontrarse atrincherada y embestida por quienes osan regentarla para su destrucción.

Tal vez muchos núcleos familiares labraron por varios meses, unos ahorros para pasar unos días de sosiego y esparcimiento en la sin igual isla de Margarita. Sorpresa atroz encontrarse que la soga de las privaciones apabullaba a esta belleza paradisíaca. Los hoteles laboraron a media máquina en la temporada que debía erigirse de mayor esplendor. Sin agua y sin servicio eléctrico continuo, el hospedaje masivo se hacía cuesta arriba, por ello se convirtió en tema de noticieros internacionales ver con estupefacción, la decadencia de nuestro especial rincón turístico del Caribe.

Pero esta demencia llegó a otros niveles. A partir de esta Semana Santa, no se necesitará para ir a la playa, de la acostumbrada vestimenta de traje de baño. Ahora se requerirá de un disfraz similar al de Indiana Jones o Tomb Raider, con todos sus adminículos de explorador furtivo. La sequía y las temperaturas altas generaron que el Crocodylus acutus o caimán de la costa, tuviera la desfachatez de la supervivencia, para ir a pasar sus vacaciones en las bahías de Higuerote, Carenero y Río Chico.

Se imaginan chapoteando en el agua, sumergirse para aplicar una broma y creer que el juanete de la suegra se encuentra más grande de lo acostumbrado, pero se está agarrando la cola serpenteante de un cocodrilo. Tal corolario de extrañezas ocurre en tan complejo asueto, que preferimos permanecer atosigados por el calor generado por la falla del fluido de electricidad que por las fauces deshidratadas de un taimado caimán.

Lamentablemente como todos los años, se acaban estas vacaciones de la Semana Mayor y volvemos a la citadina realidad de esta Venezuela dejada por los precursores socialistas. Continuamos escuchando las noticias de los 20 mil millones de dólares adeudados por este Gobierno a proveedores internaciones de sectores industriales, medicamentos, transporte aéreo y ensamblaje o que el venezolano no cuenta ni con el dos por ciento de sus ingresos para ahorrar.

Para quienes se adentran diariamente en este zoológico urbano nacional, no resulta extraño ver caimanes conviviendo con la gente o a un ciudadano subsistiendo con un salario mínimo recién aumentado de 11 mil 578 bolívares, cuando la cesta básica familiar se encuentra en 121 mil 975. Así de normalita está nuestra capacidad de asombro.





MgS. José Luis Zambrano Padauy
@Joseluis5571

martes, 25 de agosto de 2015

Cómo se ordeña una vaca flaca - por Jose Luis Zambrano @Joseluis5571

Sainete en cápsulas


No sé si empezar esta reflexiva tarareando la tonada del cabestrero o sentarme a ordeñar mis ideas sobre esta vida insufrible sin los bovinos. Lo cierto es que los libros y discursos de autoayuda nos estimulan a lanzar de bruces por el precipicio a esa vaca grotesca, causante de la falta de aspiraciones y vicios existenciales. 

Para los venezolanos ya la culpa no es de la vaca, sino de la carencia de ella, en vista que su evidente adelgazamiento, no sólo se vislumbra en las cifras de una degollada macroeconomía, sino en las posibilidades de su adquisición por nuestro tan menguado presupuesto. 

Su excesiva esbeltez trastoca, además de la imagen metafórica de poca prosperidad, una ausencia evidente en las vitrinas cárnicas. Estamos marcando nuestro ganado alimenticio con el desventurado sello de la inflación. 

Nuestros padres pueden sentarse a contarnos con añoranza, cómo aquellos abundantes años de nacionalización petrolera son recordados como la época de oro de la economía venezolana, no por haber sido manejada con la suficiente astucia, sino porque había de todo para quienes con conciencia deseaban acceder a un variado sustento y a una coherente calidad de vida. 

Pero hoy las vacas evidencian una sobredosis de gimnasio socialista. Su delgadez mantiene al país en una encrucijada, pues se deshizo el aparato productivo, la demanda sobrepasa a la oferta y tampoco se cuenta con dólares para la importación. Semanalmente observamos aumentos de precios de todos los productos, con el espanto de la hiperinflación asustando al más valiente. 

Tan famélicas vacas sólo se convierten en el monumento perfecto a la insensatez. La economía nacional tiene agria la leche derramada. Bueno, ni hablemos de la ausencia láctea, pues he visto llorar a madres por no poder comprar el vital alimento de su niño recién nacido o de las monumentales tánganas suscitadas en las colas de los mercados por una bolsa de leche en polvo. 

El Fondo Monetario Internacional estima que la economía de Venezuela registrará la mayor contracción de la región, al ubicarla en 7% al cierre de 2015. Muchos versados analistas auguran una inflación más allá del 200 por ciento. Creo que hasta el terné de la Vaca Mariposa está pasando angustias en esta desolada realidad nacional. 

Ese becerro macroeconómico macilento y desencajado, con las carnes flácidas está atosigando al más pintado. Creo que nuestra economía padece la enfermedad de la vaca loca, con ese incoherente método de empobrecer a la nación para perpetuar el sistema socialista en el poder. 

Terminaremos por asumir la misma posición de los hindúes de casi adoración y deidad de estos rumiantes. Nuestra vaca no es sagrada, sino golpeada. Anhelamos esa vaca de la bonanza, no esta frágil, enfermiza y prosaica vaca deslechada, que no se parece a cualquiera, la leche condensada no se consigue y está muy salada. Probablemente pertenezca a una hacienda expropiada y ahora improductiva. 









MgS. José Luis Zambrano Padauy 
@Joseluis5571

martes, 18 de agosto de 2015

Preguntas al 20 por ciento - por José Luis Zambrano @Joseluis5571

Sainete en cápsulas


Han pasado casi 17 años de aquellos comicios en los cuales nos imbuyeron en este sistema dantesco del Socialismo del siglo 21. Hemos evidenciado adoraciones caudillistas, manipulaciones asfixiantes, descrédito de personajes y hasta posicionamientos psicológicos sobre lo bueno y lo mano, pero el resultado es el esperado: Tener el afamado país del caos, donde los pobres son quienes prevalecen, por ser una mayoría crecida en el tiempo.

Según prestigiosas encuestadoras este gobierno tiene alrededor de 20 por ciento de aprobación, representando un desplome de tal proporción, que sólo les queda el tan mentado voto duro para las venideras elecciones parlamentarias.

Sin ánimo de disfrazarme de “Pepito Preguntón” o ataviarme de sarcástico, comienzo con mis preguntas a quienes por patológica ceguera siguen respaldando este proceso. 

¿Es creíble que este cuasi perfecto gobierno pueda permitirse recibir un golpe contundente en su entrañas racionales y no haber edificado un artificio o plan de acción, ante esa supuesta guerra económica? Si los empresarios tienen la batuta destructiva de nuestra macroeconomía, ¿por qué han sido ellos los sometidos a expropiaciones y han debido emigrar para invertir en otro país que les garantice seguridad jurídica? ¿Qué ha sucedido con esas empresas adueñadas por el gobierno? ¿Si están produciendo, por qué no se consiguen productos y los pocos son importados?

¿Acaso no resulta extraño que después de más de década y media, viva revestido como mártir frente a una oposición que no ha asumido mandato nacional desde el siglo pasado? Pese a las posibles corruptelas de la cuarta república, ¿vivimos mejor ahora sometidos a opresivas colas, delincuencia desatada y menguados recursos, sin la acción de los órganos de justicia que actúen frente a los abusos con los cuantiosos recursos de la nación? ¿Por qué el oro que nunca fue tocado desde el inicio de la democracia, esté en este momento empeñado?

¿Por qué atacar a EE UU por imperialista y todo el dinero entrado al país por los altos precios del petróleo fue invertido en otros países para la compra de conciencias y el financiamiento de campañas socialistas? ¿Por qué no imitar a la nación norteña en vez de copiar la escasez y pésima calidad de vida de una Cuba detenida en el tiempo, que ahora apela en su desespero a la amistad de los gringos? Si Venezuela es la panacea o isla de la felicidad, que alguien me diga por qué estamos emigrando a otras naciones con celeridad, echando al caño nuestra idiosincrasia.

Alguien puede responderme por qué antes con un trabajo digno podríamos adquirir una vivienda o vehículo, mientras en la actualidad ni con cinco salarios mínimos logras optar a un inmueble por sus precios dolarizados y una inflación subyugante. Las desérticas concesionarias son un ejemplo de esta realidad.

Quizá muchos no tengan tiempo de responder, por estar atareados en una cola, velando a un familiar asesinado o ansiando una creativa lucidez para darle hoy de comer a sus hijos. Yo voto por una Venezuela de inclusión, respeto y oportunidades.









MgS. José Luis Zambrano Padauy
@Joseluis5571

miércoles, 12 de agosto de 2015

El supermercado de Trucutú - por José Luis Zambrano @Joseluis5571

Sainete en cápsulas


Quizá no observemos el grotesco volar de Pterosaurios sobre rupestres y rocosas montañas o al rústico cavernícola dándole con el mazo por la cabeza a su amada para demostrarle su amor. No vamos tan atrás, aunque el retroceso va en furibunda marcha. A lo mejor el Neolítico o Edad de Piedra con la capacidad de producción incipiente, se parece un tanto a la economía de subsistencia evidenciada en el país, cuando los movimientos monetarios no son trascendentes –tal vez porque nuestra moneda tiene palidez mortuoria–, sino la consecución de determinados productos.

Estamos inmersos sin poderlo evitar, en la tan extraña economía del trueque. Los insumos se cotizan en el mercado, bajo los niveles de dificultad de obtención. Y sí, deviene de una violencia casi prehistórica observada en supermercados y centros de expendio de productos de primera necesidad. Allí germina el esfuerzo para la adquisición. Entonces se enarbola el importe de cada producto por este raro baremo, en una compraventa del insumo que va más allá de costo primario.

Esta realidad ha permitido ampliar las relaciones sociales de los venezolanos. Hacemos llamadas a familiares, amigos y conocidos para consultarles sobre qué han obtenido en ese deambular por los mercados. Mi esposa recientemente intercambió papel higiénico por toallas sanitarias. También otros rubros como los medicamentos experimentan esta loca patología nacional.

Según los conocedores de este fenómeno, en la historia resulta habitual que el trueque recobre importancia en épocas de crisis económica, principalmente en casos de hiperinflación, pues el dinero pierde en gran medida su valor. Actualmente, un bolívar fuerte representa 0,0014 centavos de dólar a la tasa del mercado paralelo, careciendo sobremanera de poder ante el desbarajuste de este extravagante sistema de intercambio de productos.

Al traste con los costos de producción. Eso ya no cuenta, pues son los ciudadanos quienes establecen su valor por los golpes, insolaciones, insultos y horas de cola para comprarlos. Es preferible apelar a esta alternativa comercial y perfilar una especie de permuta taxonómica, a ver fallecer a un familiar por no lograr obtener un determinado medicamento.

Pero si el trueque se vuelve inoperante, pues tendremos que sucumbir al inhumano mundo de la especulación, en el cual un jabón de baño de 13 bolívares puede costarnos hasta 150, con tal y no terminar oliendo a cavernícola por no lograr ducharnos.

Quién se puede imaginar a Pedro Picapiedra vociferándole a Vilma porque no tiene brontosaurios para la cena. O tal vez captar a un Tiranosaurio Rex gimoteando en una esquina, porque aquí ni carne ni verduras se consiguen. Esta es la cruenta realidad en una nación que tiene las mayores reservas de petróleo del planeta (por ciento, combustible fósil proveniente de restos de dinosaurios y otras especies), pero contamos con una economía primitiva, en la cual ni Trucutú se sentiría de beneplácito. El mejor trueque a experimentar es el de intercambiar este país mancillado por el comunismo, por ese por el cual Bolívar dio su vida.









MgS. José Luis Zambrano Padauy
@Joseluis5571

miércoles, 8 de julio de 2015

Crónica cruenta de la patria: bachaquear o no, he ahí el dilema

Sainete en cápsulas

Era una tarde con un sol secular e incandescente, con una intensidad sin miramientos. El cielo azul profundo, despejado y abierto a los compases de esta estrella refulgente, serviría como telón de fondo a un día para el olvido. Saliendo de la jornada laboral, llego de forma fortuita al frente del supermercado. Las alarmas emocionales se encienden al escuchar la llegada a ese recinto comercial del nuevo caviar nacional: pollo. Llamo a mi esposa para que se acicale e iniciemos una expedición para poder adquirir tan preciado producto. 

Esta acción tiene ahora el ribete grotesco de una enorme hormiga y que nadie entiende cómo se ha desglosado en un acometer diario. “Salgamos a bachaquear”, vociferé. Nuevo término existencial. Concepto de la estrafalaria subsistencia del venezolano. Bachaquear, la nueva moda urbana, labrada con el sudor angustioso de las carencias. 

Así comenzamos esta travesía de lo inhumano, para poder depositar en el refrigerador algo que en el pasado era rutinario. La cola extrema se convierte en un extraño encuentro para conocer nuevas amistades; en un pintoresco intercambio de tertulias políticas sobre la situación del país; en enfrentamientos pacíficos y sistemáticos sobre el pasado cuarto republicano y este advenedizo socialismo de aventuras por la supervivencia. 

De repente la cola kilométrica se disgregó. Se agolparon miles de compradores en la entrada principal. Allanó la desesperación a los clientes que no quería quedarse sin la posibilidad de tan ansiado insumo. Seguidamente deciden cerrar las rejas del local, quedando nosotros adentro, pero tapiándoles las posibilidades de ingreso a otros. Lentamente amainó el desbarajuste desenfrenado de los compradores. 

Mientras iban quitando las cédulas, volvieron a organizar la enorme cola. Las horas fueron pululando en desquicio, mientras el sol tostaba la piel y el cansancio hacía mella en las piernas. Tras cinco horas de espera, llegamos al umbral del local. En la entrada del establecimiento, teniendo sólo ocho personas delante, nos dan la nefasta noticia: se acabó el pollo. 

El dilema vital de la desesperación y el aturdimiento, se agolpaba en nuestras mentes. Sólo buscamos el alimento para el hogar, no degradar nuestro propio respeto como ciudadano. No recibimos regalías de las mafias, ni suculentos bonos por vender el hambre de nuestra patria en la frontera o en el inhumano mundo de la especulación. Sólo queríamos pollo. Mientras mi esposa ahogaba su crisis de nervios en sollozos, nos dignamos a retornar a la casa con las manos vacías, aunque con el corazón atiborrado desencanto. 

Como amante de la lingüística percibo el nuevo esquema semántico nacional. Salir de compras es ahora bachaquear. No sé si la Real Academia de la Lengua mitifique el término o sólo espere a que se esfume esta difícil etapa del país. Seguiré desmigajando mi presupuesto en anaqueles con costos elevados o acumularé fuerzas para emprender de nuevo, este itinerario atroz y brutal.









MgS. José Luis Zambrano Padauy
@Joseluis5571

martes, 30 de junio de 2015

El país de la igualdad demencial - por José Luis Zambrano @joseluis5571

Sainete en cápsulas

Cada vez son menos los zombis que deambulan por las calles, enmascarando sus pensamientos en una ideología casi inoculada con mensajes patrióticos. Perdió la contundencia el enarbolado sistema de igualdad, que sembró la reyerta contra quien tuviese más bienes e hizo pulular heridas escondidas; rencores subterráneos y envidias por la bonanza del prójimo.

Esa anhelada igualdad de mejores designios para el futuro, queda sepultada en las promesas vociferadas con argucia por década y media, desgastadas en el empobrecimiento desmedido de la mayor parte del colectivo, que debe ataviarse diariamente de tolerancia y emprender el peregrinar de una dantesca cola; no contar con el medicamento agotado, que debería consumir al ver los elevados precios de los pocos productos localizados en las estanterías de los mercados o saber de lo inalcanzable de tener una propiedad como vivienda o vehículo: muchos de esos gustos señalados a la burguesía y que en otrora podrías lograr con trabajo digno.

En la actualidad, esa realidad sonámbula de seguir el dictamen sin miramientos ha cambiado. Se asoman las costuras de un gobierno construido sobre las bases de la demagogia emocional, que no sabe cómo justificar el empobrecimiento planificado de un país, que sucumbe en el sótano de las proyecciones de crecimiento, pero logra el podio más encumbrado, con el reinado sin parangón de ser la nación con la mayor inflación del planeta.

La igualdad en carestías casi se ha logrado. Sólo unos pocos con injusta sapiencia han invertido su dinero en otros países con seguridad jurídica o, aquellos, con solapado ventajismo y antipatriotismo, irrumpieron en negocios turbios y apoltronados en cargos gubernamentales, se han enriquecido hollando con su inmundicia sobre las cabezas e ingenuidad de los ciudadanos.

Ante mi mirada escéptica de ver escapar despavoridos a los profesionales -que al tener atadas sus proyecciones de crecimiento, emigran a otras naciones en busca de un sueldo coherente a sus esfuerzos intelectuales- , todavía resopla mi aliento esperanzador.

Reconozco cómo anualmente se sube el salario mínimo en porcentajes casi insostenibles, bajo la jactancia ejecutiva, a sabiendas que el sueldo del profesional se le equipararía progresivamente y la inflación sigue su escalada. El manifiesto comunista es claro en su desaprobación a la clase media, la cual tiene en sus cimientes el deseo de crecer, avanzar, desarrollar y concretar aspiraciones. Por eso el ensañamiento de desaparecerla. Pero apenas estamos en el inicio de la lucha, pues nos hallamos más cerca de la justicia anhelada.

Por más que arguyen triunfos, maquillen cifras o manipulen imágenes de supuestos seguidores, existe una realidad nacional: “Queremos algo distinto que nos saque de este foso de pesadillas”. Este año podríamos aportar nuestra mayor siembra de esperanza. Más allá de cualquier subterfugio electoral en la rectoría del proceso, salgamos a votar en las parlamentarias. Mientras más nos aglutinemos, podremos destruir este nuevo país erigido con el ladrillo demencial del engaño, para edificar la Venezuela purificada con la visión de hermandad ciudadana. Una nación deslastrada de la maldad a destajo, para volver a vivir en el hermoso territorio con sus brazos abiertos, donde la chanza siempre fue preludio a la camaradería. Un país de amigos y verdades.










MgS. José Luis Zambrano Padauy