“El periodismo es, ante todo, un acto de servicio”.
Tomás Eloy Martínez (Tucumán, 1934-2010)
El ser
humano necesita comunicarse, a lo largo de su vida el hombre precisa estar en
comunicación consigo mismo, revisar su mundo interior, organizar sus ideas para
luego expresarlas. Así ha sido desde tiempos inmemoriales, aun cuando no
existían códigos como la palabra, el vocablo. Las pinturas rupestres en La Cueva
de Altamira, al norte de España; es un testimonio de la necesidad de expresar
ideas, de plasmar públicamente sentimientos.
Comunicarse
es intercambiar subjetividades, la capacidad de expresarse es la principal
diferenciación entre la especie humana y la animal. Los científicos que
estudian la conducta humana han determinado que una persona que no se comunique,
que no sacie la necesidad de anunciar lo que piensa o siente: puede llegar a
morir. Todos necesitamos interactuar con el entorno, con los semejantes. Muchas
de las patologías severas que nos afectan la salud, surgen por la represión de
la comunicación, por callar forzosamente nuestros sentimientos, emociones y
sentires más íntimos.
La
psicóloga e investigadora cubana Yaima Águila Ribalta, plantea: ”La
comunicación es una condición necesaria para la existencia del hombre y uno de
los factores más importantes de su desarrollo social. J. C. Casales (1989) plantea que al ser uno
de los aspectos significativos de cualquier tipo de actividad humana, así como
condición del desarrollo de la individualidad, la comunicación refleja la
necesidad objetiva de los seres humanos de asociación y cooperación mutua.
En la
película “El náufrago” estrenada en el 2000, el destacado cineasta
norteamericano Robert Zemeckis nos muestra cómo un ejecutivo de una empresa
mundial de envíos, llamado Chuck Noland, protagonizado de forma magistral por
Tom Hanks, luego de tener un accidente aeronáutico y caer al mar abierto, llega
a una isla deshabitada. Allí con un balón de voleibol, crea el rostro de una
persona, para saciar su necesidad de dialogar, compartir ideas. Es así como nace
su compañero imaginario “Wilson”, la pelota con la cual conversa a diario, por
años, hasta lograr salir de la isla. Eso lo salva de la demencia, lo ayuda a
mantener su equilibrio mental, a sobrellevar los largos días de espera en la
ínsula solitaria.
Cada
día crece la importancia del buen profesional de la comunicación, del experto
que nos acerca a las noticias, que genera opiniones y que con sus crónicas
sacia nuestra necesidad de saber ¿qué ha pasado? ¿qué está pasando? ¿qué se
espera del devenir inmediato? El
periodista es el compañero que día a día entra a nuestro hogar a través de la
radio, la televisión, los periódicos o los medios digitales. Comparte con
nosotros el desayuno, las horas de ocio, los momentos de pausas laborales y los
minutos de espera en un andén o en una sala cualquiera.
El
primer periodista en Venezuela fue Simón Bolívar, fue el primer hombre nacido
en esta patria que entendió la relevante misión del periodismo: como un
instrumento de lucha social, de conquista cultural y trabajo político: un
servicio social. Y aunque su profesión base fue la de militar, y su misión la
de estratega político; Simón José Antonio de la Santísima Trinidad ejerció el
periodismo con brillo, con un talento inusitado. El Bolívar heredero de las
enseñanzas de Simón Rodríguez, de las lecturas febriles de Jean-Jacques
Rousseau, Voltaire, y del propio maestro Andrés Bello. Eso lo revelaba en sus
magníficos escritos: “Manifiesto de Cartagena de 1812”, “Carta de Jamaica de
1815” y el “Discurso de Angostura de 1819”, entre otras obras maestras.
Tal
como lo plasmó en su producción
epistolar, Simón Bolívar junto a Francisco de Miranda fueron los pioneros que
trajeron desde Londres la imprenta en 1810, la que primero llegó a la isla de
Trinidad, y después la instaló en el sur de Venezuela y desde allí pronunció la
frase certera: “Es tan importante para la guerra una imprenta, como los
pertrechos militares”. Así nacía la “artillería del pensamiento” el 27 de junio
de 1818 con el primer ejemplar del periódico El Correo del Orinoco. En nuestro
país dominaba la escena comunicacional “La Gazeta de Caracas” un órgano impreso
de carácter colonialista, entreguista, con una lealtad de domados cancerberos
al Rey de España.
Por su
genialidad innata, Simón Bolívar se preocupaba por los titulares, por el buen
uso del idioma castellano, por la honestidad al relatar los hechos. Por ello el
lema que distinguió a ese periódico pionero fue: “Somos libres, escribimos en
un país libre y no nos proponemos engañar al público".
En 1964
el combativo periodista venezolano, un pionero del diarismo del siglo XX:
Guillermo García Ponce, propuso la fecha del 27 de junio, para celebrar el Día
del Periodista Venezolano. Desde entonces, así se acordó, así ha sucedido.
Grandes
maestros del periodismo en el mundo nos han señalado después caminos de
dignidad en esta profesión, como Ernest Hemingway, quien con sus crónicas
enfrentó al franquismo en la España en guerra. Gabriel García Márquez al confesar:
“El periodismo es la mejor profesión del mundo”. Ryszard Kapuscinski, maestro
polaco de este oficio, nos dejó una verdad indiscutible: “Las malas personas no pueden ser
buenos periodistas”.
El
maestro larense Kotepa Delgado, con su sentencia de vida: “Escribe que algo
queda”. El polígrafo Héctor Mujica, Pedro Duno, Domingo Alberto Rangel, Miguel
Otero Silva, el profesor Ignacio de la Cruz y el talentoso Sergio Antillano:
todos fueron estelares periodistas, ejemplos de dignidad profesional, tótems de
este oficio maravilloso.
Estamos
ante un nuevo paradigma de la comunicación, un nuevo orden mediático; los
periodistas debemos reinventarnos, lanzarnos a recorrer la ruta, hasta hace dos
décadas atrás desconocida, de los medios digitales, la web semántica. Debemos
entender el fenómeno de la ubicuidad, es decir, la capacidad de estar presente
en todas partes a través de las redes sociales. Si bien el invento del alemán
Johannes Gutenberg cambió al mundo en el siglo XV, y gracias a su ingenio,
comenzamos a comunicar ideas de forma masiva, noticias impresas en papel rudimentario:
hoy estamos ante una realidad distinta, donde cada usuario modifica lo que
hemos escrito, participa, es un “prosumisor”. Es decir, es productor y
consumidor a la vez, porque el usuario participa en el hecho comunicacional
activamente, modifica los contenidos y los reenvía, ya no es un simple receptor
pasivo, está doblemente activo en el proceso comunicacional.
Pero,
por muy avanzada que esté la tecnología, al periodista lo mueven dos fuerzas
muy poderosas, que no cesan: La pasión por comunicarse y la búsqueda de la verdad. Si bien el
maestro chileno Humberto Maturana demostró con sus investigaciones que “La
objetividad es un argumento para obligar”, dejó claro que ser un periodista objetivo
es utópico, que somos seres subjetivos en esencia; no es menos cierto que el
periodista está llamado a ser honesto con lo que escribe, con lo que narra o
tuitea. No podemos hacer de esta profesión un oficio de sicarios intelectuales,
que salen a la caza de sus víctimas: gobernantes, artistas, empresarios, para
prender las máquinas de basura sobre estos. tal como lo relata en su última
novela Umberto Eco “Número cero” (Lumen, 2015), quien en 224 páginas
magistrales describe cómo algunos periodistas trabajan para enlodar, manchar
prestigios, destruir la imagen real de los sujetos y extorsionarlos.
Todo
periodista que se respete, que sea digno, debe honrar la verdad. Cómo podríamos
mirar a los ojos a nuestros hijos si nuestra labor fuese aniquilar gente
trabajadora, mancharlos, tratar de borrar sus aportes a la sociedad. Cabe
recordar el precepto bíblico “por sus obras, los conoceréis”. Nuestra labor
debe ser constructiva, creativa y prospectiva: un ejercicio de crítica
razonada, inteligente.
Es para mí un alto honor poder
hablarles de esta carrera que considero un apostolado de servicio, una muestra
de creatividad en cada amanecer. Ella me ha dado la oportunidad de cubrir la
fuente cultural, de hacer crónicas sobre la gaita: nuestra alma sonora. Sobre
el folclor zuliano, y hacer mi aporte para mantener viva la imagen y la obra de
Ricardo Aguirre, Alí Primera, Astolfo Romero, y otros cultores de nuestro
pueblo. He podido honrar el aporte de nuestros artistas populares, que son las
antenas de nuestra raza. Estoy convencido de que la comunicación puede ser un
fermento en la construcción de la patria digna, solidaria y fecunda. Coadyuvar
a reforzar nuestros rasgos de identidad cultural.
Hacia
el final de su vida Albert Einstein afirmaba que la fuerza más poderosa es el
amor, sobre cualquier otra de la natura. Por su parte, el avezado reportero de
guerra Kapuscinski, afirmó: “A veces vemos a alguien durante cinco minutos,
estamos viajando a otra parte y a esa persona no la volveremos a ver nunca más.
Por tanto, el secreto está en la cantidad de cosas que esta persona es capaz de
decirnos, en un tiempo tan breve y fugaz”.
Queda
claro: Las fuerzas que mueven al periodista que hace historia, al que iza la
bandera de la maestría al comunicar, con decoro intelectual, son: La pasión por
la palabra y la búsqueda de la verdad; cualquiera sea su fuente.
León
Magno Montiel
@leonmagnom
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