lunes, 13 de julio de 2015

Las fuerzas que mueven al periodista - por León Magno Montiel @leonmagnom

                       
“El periodismo es, ante todo, un acto de servicio”. 
Tomás Eloy Martínez (Tucumán, 1934-2010) 

   El ser humano necesita comunicarse, a lo largo de su vida el hombre precisa estar en comunicación consigo mismo, revisar su mundo interior, organizar sus ideas para luego expresarlas. Así ha sido desde tiempos inmemoriales, aun cuando no existían códigos como la palabra, el vocablo. Las pinturas rupestres en La Cueva de Altamira, al norte de España; es un testimonio de la necesidad de expresar ideas, de plasmar públicamente sentimientos.
Comunicarse es intercambiar subjetividades, la capacidad de expresarse es la principal diferenciación entre la especie humana y la animal. Los científicos que estudian la conducta humana han determinado que una persona que no se comunique, que no sacie la necesidad de anunciar lo que piensa o siente: puede llegar a morir. Todos necesitamos interactuar con el entorno, con los semejantes. Muchas de las patologías severas que nos afectan la salud, surgen por la represión de la comunicación, por callar forzosamente nuestros sentimientos, emociones y sentires más íntimos.
La psicóloga e investigadora cubana Yaima Águila Ribalta, plantea: ”La comunicación es una condición necesaria para la existencia del hombre y uno de los factores más importantes de su desarrollo social.  J. C. Casales (1989) plantea que al ser uno de los aspectos significativos de cualquier tipo de actividad humana, así como condición del desarrollo de la individualidad, la comunicación refleja la necesidad objetiva de los seres humanos de asociación y cooperación mutua.
En la película “El náufrago” estrenada en el 2000, el destacado cineasta norteamericano Robert Zemeckis nos muestra cómo un ejecutivo de una empresa mundial de envíos, llamado Chuck Noland, protagonizado de forma magistral por Tom Hanks, luego de tener un accidente aeronáutico y caer al mar abierto, llega a una isla deshabitada. Allí con un balón de voleibol, crea el rostro de una persona, para saciar su necesidad de dialogar, compartir ideas. Es así como nace su compañero imaginario “Wilson”, la pelota con la cual conversa a diario, por años, hasta lograr salir de la isla. Eso lo salva de la demencia, lo ayuda a mantener su equilibrio mental, a sobrellevar los largos días de espera en la ínsula solitaria.
Cada día crece la importancia del buen profesional de la comunicación, del experto que nos acerca a las noticias, que genera opiniones y que con sus crónicas sacia nuestra necesidad de saber ¿qué ha pasado? ¿qué está pasando? ¿qué se espera del devenir inmediato? El periodista es el compañero que día a día entra a nuestro hogar a través de la radio, la televisión, los periódicos o los medios digitales. Comparte con nosotros el desayuno, las horas de ocio, los momentos de pausas laborales y los minutos de espera en un andén o en una sala cualquiera.
El primer periodista en Venezuela fue Simón Bolívar, fue el primer hombre nacido en esta patria que entendió la relevante misión del periodismo: como un instrumento de lucha social, de conquista cultural y trabajo político: un servicio social. Y aunque su profesión base fue la de militar, y su misión la de estratega político; Simón José Antonio de la Santísima Trinidad ejerció el periodismo con brillo, con un talento inusitado. El Bolívar heredero de las enseñanzas de Simón Rodríguez, de las lecturas febriles de Jean-Jacques Rousseau, Voltaire, y del propio maestro Andrés Bello. Eso lo revelaba en sus magníficos escritos: “Manifiesto de Cartagena de 1812”, “Carta de Jamaica de 1815” y el “Discurso de Angostura de 1819”, entre otras obras maestras.
Tal como lo plasmó en  su producción epistolar, Simón Bolívar junto a Francisco de Miranda fueron los pioneros que trajeron desde Londres la imprenta en 1810, la que primero llegó a la isla de Trinidad, y después la instaló en el sur de Venezuela y desde allí pronunció la frase certera: “Es tan importante para la guerra una imprenta, como los pertrechos militares”. Así nacía la “artillería del pensamiento” el 27 de junio de 1818 con el primer ejemplar del periódico El Correo del Orinoco. En nuestro país dominaba la escena comunicacional “La Gazeta de Caracas” un órgano impreso de carácter colonialista, entreguista, con una lealtad de domados cancerberos al Rey de España.
Por su genialidad innata, Simón Bolívar se preocupaba por los titulares, por el buen uso del idioma castellano, por la honestidad al relatar los hechos. Por ello el lema que distinguió a ese periódico pionero fue: “Somos libres, escribimos en un país libre y no nos proponemos engañar al público".
En 1964 el combativo periodista venezolano, un pionero del diarismo del siglo XX: Guillermo García Ponce, propuso la fecha del 27 de junio, para celebrar el Día del Periodista Venezolano. Desde entonces, así se acordó, así ha sucedido.
Grandes maestros del periodismo en el mundo nos han señalado después caminos de dignidad en esta profesión, como Ernest Hemingway, quien con sus crónicas enfrentó al franquismo en la España en guerra. Gabriel García Márquez al confesar: “El periodismo es la mejor profesión del mundo”. Ryszard Kapuscinski, maestro polaco de este oficio, nos dejó una verdad indiscutible: “Las malas personas no pueden ser buenos periodistas”.
El maestro larense Kotepa Delgado, con su sentencia de vida: “Escribe que algo queda”. El polígrafo Héctor Mujica, Pedro Duno, Domingo Alberto Rangel, Miguel Otero Silva, el profesor Ignacio de la Cruz y el talentoso Sergio Antillano: todos fueron estelares periodistas, ejemplos de dignidad profesional, tótems de este oficio maravilloso.
Estamos ante un nuevo paradigma de la comunicación, un nuevo orden mediático; los periodistas debemos reinventarnos, lanzarnos a recorrer la ruta, hasta hace dos décadas atrás desconocida, de los medios digitales, la web semántica. Debemos entender el fenómeno de la ubicuidad, es decir, la capacidad de estar presente en todas partes a través de las redes sociales. Si bien el invento del alemán Johannes Gutenberg cambió al mundo en el siglo XV, y gracias a su ingenio, comenzamos a comunicar ideas de forma masiva, noticias impresas en papel rudimentario: hoy estamos ante una realidad distinta, donde cada usuario modifica lo que hemos escrito, participa, es un “prosumisor”. Es decir, es productor y consumidor a la vez, porque el usuario participa en el hecho comunicacional activamente, modifica los contenidos y los reenvía, ya no es un simple receptor pasivo, está doblemente activo en el proceso comunicacional.
Pero, por muy avanzada que esté la tecnología, al periodista lo mueven dos fuerzas muy poderosas, que no cesan: La pasión por comunicarse  y la búsqueda de la verdad. Si bien el maestro chileno Humberto Maturana demostró con sus investigaciones que “La objetividad es un argumento para obligar”, dejó claro que ser un periodista objetivo es utópico, que somos seres subjetivos en esencia; no es menos cierto que el periodista está llamado a ser honesto con lo que escribe, con lo que narra o tuitea. No podemos hacer de esta profesión un oficio de sicarios intelectuales, que salen a la caza de sus víctimas: gobernantes, artistas, empresarios, para prender las máquinas de basura sobre estos. tal como lo relata en su última novela Umberto Eco “Número cero” (Lumen, 2015), quien en 224 páginas magistrales describe cómo algunos periodistas trabajan para enlodar, manchar prestigios, destruir la imagen real de los sujetos y extorsionarlos.
Todo periodista que se respete, que sea digno, debe honrar la verdad. Cómo podríamos mirar a los ojos a nuestros hijos si nuestra labor fuese aniquilar gente trabajadora, mancharlos, tratar de borrar sus aportes a la sociedad. Cabe recordar el precepto bíblico “por sus obras, los conoceréis”. Nuestra labor debe ser constructiva, creativa y prospectiva: un ejercicio de crítica razonada, inteligente.
 Es para mí un alto honor poder hablarles de esta carrera que considero un apostolado de servicio, una muestra de creatividad en cada amanecer. Ella me ha dado la oportunidad de cubrir la fuente cultural, de hacer crónicas sobre la gaita: nuestra alma sonora. Sobre el folclor zuliano, y hacer mi aporte para mantener viva la imagen y la obra de Ricardo Aguirre, Alí Primera, Astolfo Romero, y otros cultores de nuestro pueblo. He podido honrar el aporte de nuestros artistas populares, que son las antenas de nuestra raza. Estoy convencido de que la comunicación puede ser un fermento en la construcción de la patria digna, solidaria y fecunda. Coadyuvar a reforzar nuestros rasgos de identidad cultural.
Hacia el final de su vida Albert Einstein afirmaba que la fuerza más poderosa es el amor, sobre cualquier otra de la natura. Por su parte, el avezado reportero de guerra Kapuscinski, afirmó: “A veces vemos a alguien durante cinco minutos, estamos viajando a otra parte y a esa persona no la volveremos a ver nunca más. Por tanto, el secreto está en la cantidad de cosas que esta persona es capaz de decirnos, en un tiempo tan breve y fugaz”.
Queda claro: Las fuerzas que mueven al periodista que hace historia, al que iza la bandera de la maestría al comunicar, con decoro intelectual, son: La pasión por la palabra y la búsqueda de la verdad; cualquiera sea su fuente.







León Magno Montiel
@leonmagnom

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