Llegó la hora. Entramos en la discusión más álgida que tendrá que librar la recién electa Asamblea Nacional: la Ley de Amnistía.
Para algunos se trata de perdón, para otros, de justicia. Lo cierto es que en los tiempos tan convulsionados que vivimos en Venezuela, ésta se hace absolutamente necesaria. Debemos comenzar por reconocernos, aceptarnos y respetarnos como ciudadanos con los mismos derechos, deberes, oportunidades, pero por sobre todo, con las diferencias de pensamiento.
La competencia de su elaboración, discusión y aprobación es exclusiva del parlamento. Son los diputados electos, con la pluralidad que representan, quienes tienen la obligación de llevarla adelante, incluídos los chavistas, cuyos líderes políticos son lo que son, y están donde están, gracias a medidas como éstas aplicadas en gobiernos anteriores. ¿O es que acaso hay amnistías buenas y amnistías malas? Pues no. Disentir políticamente no puede ser un delito para nadie.
Podemos hablar, entre los casos más emblemáticos, de Manuel Rosales, exgobernador del Zulia y presidente fundador del partido Un Nuevo Tiempo. El gobierno lo obligó a pasar a la clandestinidad, vivir poco mas de siete años en el exilio y, desde octubre pasado, permanecer encerrado en El Helicoide. ¿Cuál fue su delito? Rivalizar políticamente con el difunto y tener un liderazgo consolidado que sirvió de muro de contención para que el modelo chavista no entrara al Zulia.
Está el caso de Leopoldo López, entre otros, a quien este gobierno acusa de ser el responsable de 46 muertes en las protestas de febrero 2014. Entonces me pregunto, ¿por qué no va preso Nicolás por ser el responsable de los 20 mil muertos anuales que tenemos en el país por falta de mano dura del Gobierno contra el hampa?
Aquí no hay muertos buenos ni muertos malos. No se puede jugar a la política a costillas de las vidas humanas y de las tragedias familiares. El país necesita la pronta aprobación y promulgación de la Ley de Amnistía. Es urgente que nos reconciliemos.
En realidad, todos necesitamos lo que podríamos llamar una Ley de Amnistía individual, un acto de contricción, para dejar a un lado el odio y las descalificaciones que por tantos años nos han separado. Hay familias divididas por radicalismos políticos, y eso es imperdonable. Mientras no nos reconciliemos seguiremos en un círculo vicioso que no nos permitirá avanzar ni en lo personal ni como país.
No hay vencidos ni vencedores cuando de lo que se trata es de rescatar el único país que tenemos. Hay que pasar la página de este capítulo en la historia nacional en el que mas allá de un modelo político, el mayor daño ha sido el resentimiento, la violencia y el pase de facturas.
Gladys Socorro
Venezolana y periodista
Twitter: @gladyssocorro
Blog: gsocorro.WordPress.com
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