“Las verdades suelen abrirse su camino,
por lo general con más tropiezos que las mentiras,
pero al final empecinadas: abren su camino”.
Leonardo Padura (La Habana, 1955).
En su origen, la palabra “salsa” está ligada el mundo gastronómico, a la mezcla de aderezos para enriquecer los manjares. Su etimología es latina, deriva de sal, el Diccionario de la Real Academia Española DRAE en su primera acepción, señala que es femenino: “sustancia ordinariamente blanca, cristalina, de sabor propio bien señalado, muy soluble en agua, crepitante en el fuego y que se emplea para sazonar los alimentos y conservar las carnes muertas. Es el cloruro sódico; abunda en las aguas del mar y se halla también en masas sólidas en el seno de la tierra, o disuelta en lagunas y manantiales”.
La palabra “sal” según el maestro filólogo Joan Corominas apareció en el español en el año 1220 como “salis”, luego devino en todas sus formas: salar, salmuera, salazón, saladura. Está relacionada con las ofrendas a la diosa de la salud, llamada por los romanos Salus. En el Evangelio según San Mateo, capítulo 5, versículo 13, nos dice: “Vosotros sois la sal de la tierra” para destacar la importancia que tiene, en sentido metafórico.
En su tercera acepción, el Diccionario de la Real Academia Española DRAE refiere “lo que anima una reunión o momento”. En su cuarta acepción aparece como “ritmo afrocubano, baile y música del Caribe”.
En un principio la palabra sonaba vacía, sosa, parecía que era muy poco vocablo para designar la grandeza de esa forma musical que tiene su origen en el son cubano, en el ritmo que nació en el oriente de esa Antilla Mayor, en Santiago, que los músicos de los años sesenta llevaron a las barriadas latinas de Nueva York para formatearla con las armonía del jazz. Cambiaron el tres cubano por el piano, el bongó por el instrumento de percusión columna del jazz, que aprendieron de esa forma musical nacida en el sur negro de los EEUU, en New Orleans.
Queda claro que comenzó a sonar para designar la forma musical caribeña en Venezuela, con la producción de Federico y su Combo “Llegó la salsa” y que patentó en su programa radial Phidias Danilo Escalona, locutor muy destacado nacido en la parroquia de La Pastora en Caracas, el 5 de Octubre de 1933. En horas del mediodía, realizaba su programa de música tropical “La hora de la salsa, el sabor y el bembé”, con su jingle icónico: “Phidias Danilo, su tremendo bigotón, para gozar..”, en la señal de Radio Difusora Venezuela.
La mayoría de los músicos que participaron en el boom de la salsa de los años 70 rechazaban el término salsa, no se sentían identificados con la palabra. Preferían decir que interpretaban música afrocubana o afrocaribeña. Ese fue el caso de Celia Cruz, Ismael Rivera, Cheo Feliciano y Rubén Blades; el cantautor panameño aún mantiene esa opinión.
Su gran promotor, el hombre que la posesionó en su acepción de “baile y ritmo del Caribe” fue el empresario judío-estadounidense Jerry Masucci, junto al productor y director de orquesta dominicano Jhonny Pacheco, a través del lanzamiento mundial de “Las Estrellas de Fania” en el Yankee Stadium en agosto de 1973, y el posterior catálogo que crearon con los grandes del género caribeño. Jerry Masucci encargó como ingeniero de sonido a John Fausty, quien le dio el color o timbre deseado a la producción. El concepto gráfico fue de Izzy Sanabria, diseñador gráfico en los estudios de Fania Records en La Gran Manzana, quien los une a todos bajo una misma denominación para eliminar confusiones y vender el concepto más fácilmente. Eligió el vocablo “salsa”, con ese término las bandas aumentaban la energía de su actuación, según argumentaba el creativo.
Hoy en día, el movimiento salsero tiene un resurgir, han muerto muchas de las figuras pioneras, fundacionales. Pasó la moda de la salsa erótica, con sus líricas entre sábanas y sudores. Nombres como Gilberto Santa Rosa, Víctor Manuel, Jerry Rivera, Marc Anthony, Isaac Delgado han tomado el testigo en relevo que dejaron Pete Conde Rodríguez, Ismael Rivera, Celia Cruz, Héctor Lavoe y Cheo Feliciano. Pero sin duda, se mantiene como el líder mundial del género, el sonero venezolano Oscar D' León, con su asombroso talento para cantar, sonear, bailar, ejecutar el bajo y mantener entusiasta a los públicos de los 174 países que ha visitado, con 76 álbumes publicados entre propios y colaboraciones. Por ello, el eslogan “El León de la salsa”, que ha recorrido los escenarios de los cinco continentes, y su energía está incólume con siete décadas de vida y cinco de carrera musical.
Podríamos afirmar con justicia que Oscar D' León y Gilberto Santa Rosa resemantizaron el término, con su aporte lo mantuvieron vivo, vigente. Ahora la palabra “salsa” encierra un gran universo de sentir y expresión sonora que identifica al Caribe hispano, y es una bandera de calidad musical que flamea con orgullo en el mundo entero. La salsa es nuestra gran verdad musical, ella se abrió camino entre las mentiras y las adversidades, e implantó su arte.
León Magno Montiel
leonmagnom@gmail.com
@leonmagnom
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