jueves, 18 de febrero de 2016

Terminó la temporada gaitera… ¿y ahora qué? Jesús y David González de Koquimba, periodistas a tiempo completo

Jesús y David González, cantantes de Koquimba. (Foto: Cortesía).

Son gemelos, periodistas, locutores y cantantes de uno de los grupos gaiteros más importantes del Zulia, Koquimba, con 30 años de trayectoria musical en el folclore regional, ellos son Jesús y David González, quienes nos cuentan su rutina una vez culminada la temporada decembrina.

Luego de la ocupadísima agenda de la temporada gaitera, Jesús y David González regresan de lleno a su trabajo habitual, ambos laboran en la Alcaldía de Maracaibo, uno como coordinador de medios impresos, otro como coordinador del área audiovisual. Un trabajo que afirman es tan agotador, como los compromisos sociales que el grupo gaitero debe cumplir.

Jesús González, -quien por muchos años fue corresponsal del canal Globovisión en el Zulia-, debió renunciar al grupo para mantener su imagen periodística, pero una vez separado del medio de comunicación en el año 2014, retomó su participación en el conjunto hasta ahora.

Ahora se desempeña como jefe de medios en el área escrita.

Hijos de Jesús González y Gelina de González “Mamá Gelina”, exintegrante del grupo gaitero femenino Las Alondras; hermanos de Oscar y Yumaira González, imágenes del grupo gaitero familiar, que este año arriba a los 30 años de trayectoria musical, motivo por el cual preparan un repertorio de colección para este 2016


“El trabajo de periodista no se abandona durante la temporada gaitera, hay mucho por hacer y conjugamos ambas facetas que son muy distintas. Cuando estuve en Globovisión renuncie a Koquimba porque era difícil el tema de la imagen, seriedad en pantalla para poder trasmitir y luego subirse a una tarima es muy distinto, pues hasta el vestuario se cambia. Ahora que ya no trabajo en ese medio regresé al grupo”, dijo.

Indicó que no sólo era por el tema de la imagen sino por las giras. “Koquimba cumple todos los años con una gira nacional intensa y era difícil cumplir ambos casos, pero con este trabajo es más fácil y llevadero. Después de los toques seguimos haciendo lo que nos corresponde de la Alcaldía y sus paramunicipales, nos permite ambas funciones”.

Familia González.
Jesús también conduce un programa de radio llamado “Los Protagonistas”, de lunes a viernes a las 8:00 pm por Unión Radio, el cual cumplirá este 18 de febrero un año al aire.

Por partida doble

Por su parte, David González, en este momento es el jefe de medios audiovisuales.

“Al terminar la temporada nos dedicamos de lleno a lo que hacemos periodismo institucional”, dijo.

Destacó que la gaita solo da para mantenerse unos cuatro meses, si se ha hecho un buen trabajo. Vivir solo de la gaita lo pueden decir pocos y dependiendo de la agrupación con la que esté, quizás con Gran Koquivacoa, Cardenales, Pillopo, entre otros”, agregó.

“Nos ha pasado que hemos estado en toques hasta las 4 o 5 de la mañana y horas más tarde estar presentes en las actividades con la alcaldesa. Lo hemos hecho con mucha responsabilidad porque ante todo somos profesionales y tenemos que dar el ejemplo”.

Los González aseguran que no se puede vivir sólo de la gaita. “Koquimba es una de las agrupaciones más consolidadas a nivel nacional, Oscar, quien es el director del grupo puede decir que vive de la gaita, le dedica tiempo completo. El problema es cuando son grupos nuevos que apenas comienzan”.

“Ha habido una reducción de espacios para las presentaciones. Es una realidad que se ha venido diciendo en sus letras y sus canciones, también en sus espacios de difusión y de shows, esto hace que los recursos y los ingresos sean menores, los grupos menos populares no pueden vivir sólo de esto y aunado a la situación del país y nadie puede vivir de un solo empleo… imagínate a un gaitero”, precisó David.

“El apoyo de la familia es muy importante, los González somos muy unidos, ahora estamos concentrados en la salud de nuestro padre Papá Chucho, esperando su recuperación para seguir preparando los planes para este año”.

Noticia al Día

martes, 16 de febrero de 2016

Con la soga al cuello - por Gladys Socorro @gladyssocorro


El Gobierno termina de cavar su propia tumba. En su hambre desmedida de poder y por tener el control absoluto, sigue aferrado al Tribunal Supremo de Justicia como único muro de contención para frenar cualquier propuesta, buena o mala, que haga la Asamblea Nacional. Pero con el Decreto de Emergencia Económica se pusieron la soga al cuello.

Se convirtieron en los amos absolutos de la papa caliente. Son los únicos responsables de buscarle soluciones rápidas y efectivas a la profunda crisis que lleva a los venezolanos por la calle de la amargura. No tienen excusas. "Allí tienen a su muerto resucitado, a ver si pueden arreglar algo", confirmaba Henry Ramos Allup, presidente de la Asamblea Nacional, una vez enterado de la decisión jurídica. Maduro y su combo se seguirán pagando y dando el vuelto, cosa que no es nueva pero que, en esta crítica realidad, solo de pensarlo le pone a cualquiera los pelos de punta, además de hundirnos en la desesperanza. Y cómo no, si este Gobierno se ha empeñado, día tras día, en hacerlo mal, muy mal y peor.

Las alarmas están que explotan. Si bien la Asamblea Nacional gana tiempo con la dantesca decisión jurídica para avanzar en su evaluación del camino para reformar el TSJ, el pesimismo colectivo comienza a hacer mella entre los venezolanos. La sensación generalizada es de estar en un atolladero, en un callejón sin salida, mientras no se revierta la designación exprés de magistrados que se hizo en vísperas de Navidad.

La batalla no la ganará el más fuerte sino el más inteligente. Hay que confiar en el olfato político del bloque parlamentario que lidera la Asamblea Nacional. Responden al momento histórico del país. Tienen a Maduro sudando frío. Nadie dijo que iba a ser fácil, por eso no hay que desbocarse por muy malos que sean los tiempos. Hay oportunidades que ameritan pragmatismo por encima de las formalidades y pareciera que en eso Ramos Allup y su combo nos llevan una morena. Pero cuidado, sin abusar, porque los venezolanos esperamos, mas que jugadas políticas, soluciones verdaderas a esta crisis. 








Gladys Socorro
Venezolana y periodista
Twitter: @gladyssocorro

“Alí cambió de paisaje” - por León Magno Montiel @leonmagnom

“Quiero que algo de mí,
perdure después de la muerte”.
Ana Frank (Alemania, 1929-1945)


Hay vidas tan llenas de significado, que su lustre va más allá de la muerte. Son vidas colmadas por el aporte profundo, el legado valioso, que de alguna forma siguen presentes por años, por décadas las recordamos, celebramos su llegada a este mundo: no tienen final.
 Solo a algunos personajes como el poeta nicaragüense Rubén Darío, el alemán universal Beethoven, el maestro Picasso, Carlos Gardel o Gabriel García Márquez; la gente los sigue amando y admirando después de un siglo o más de su nacimiento. Al escudriñar en sus biografías surgen conjeturas sobre la reencarnación, la vida después de la vida, el cielo, el predestino, Dios y sus dominios o el misterio insondable de la nada. Lo cierto es, que hasta los ateos como: Charles Chaplin, Jean Paul Sartre y José Saramago, y los agnósticos como Albert Einstein, Eduardo Galeano o Karl Popper; siguen presentes en este mundo de vivos. En más de un hogar andino o falconiano he visto altares en las hornacinas, con la imagen de Bolívar alumbrado por un cirio, o la fotografía de Alí Primera, y delante de esta, una vela, como si ambos fueran parte de un santoral criollo.
El 16 de febrero está marcado en nuestro calendario latinoamericano como el día en el que “Alí Primera cambió de paisaje”, frase que él mismo acuñó para referirse a Pablo Neruda y a otros compañeros que se marcharon para siempre, como su abuela Mamá Pancha “comadrona y rezandera”. Ese día, un accidente de tránsito lo sacó de este plano terrenal, era una madrugada fría de 1985, mientras transitaba por la autopista Valle-Coche. En un primer momento se llegó a pensar que se trataba de un atentado, luego esa hipótesis se descartó. Alí Rafael tenía 43 años de vida, recién había salido del estudio de grabación donde había dejado la guía de su tema “El lago, el puerto y su gente” una danza en re menor que finalmente debió grabar su hermano materno José Montecano:
“Pero yo soñé que un día
el corazón del zuliano
latía por salvar el lago
es decir su propia vida
porque sin lago no hay puerto
ni gente de Maracaibo”.
  Alí vivía el período más creativo del hombre, cuando brinda sus frutos más valiosos, entre los 40 y los 60 años de edad. Había superado con mucha garra los vetos en la radio, los asedios policiales, las batallas políticas y electorales. Había sufrido con la muerte de compañeros entrañables como Jorge Rodríguez, Alí Brett, su maestro cantor Armando Molero, y sus compañeros del Grupo Madera de San Agustín, quienes naufragaron en el Río Orinoco el 15 de agosto de 1980. A ellos dedicó su tema “Tin Marín” que se convirtió en un éxito nacional, hoy en día, es un gran clásico:
“Tin Marín que arda la candela
   tin Marín contra la humedad
muchacho tambor
manos quitiplás
sólo se mojaron vuelven a sonar”.
 Sus hijas europeas; María Fernanda “Chimpi” y María Ángela “Marimba”,  sus cinco hijos caraqueños: Servando, Florentino, Sandino, Juan Simón, y Jorge Primera Pérez. Y su viuda Sol Musset, la gran cantora de Acarigua; todos recibieron la infausta noticia de los labios del coterráneo Charles Arapé, un decano de la  radiodifusión, nativo de la Sierra de Coro, quien fue hasta la morgue a identificar su cadáver, a ver su cuerpo sin vida, lacerado por el amasijo de hierros, producto del terrible impacto. Esa imagen la recordó años después Arapé, le llegaba a su mente como el Ecce Homo de la iconografía religiosa, una imagen del Cristo sufriente, al que el mismo Alí Primera admiraba en su dimensión más terrenal: la del predicador de los pescadores de Galilea, la del valiente que desafió al poder imperial romano, en tierras de la antigua Palestina.
Algunos artistas se apagan al morir, a veces aparecen sustitutos de su estilo y llenan su espacio. Otros, desaparecen sin dejar rastro alguno, ni huella visible. Pero Alí Primera Rossel goza de absoluta vigencia, lo demuestran sus temas aún sonando en las emisoras, la gran variedad de versiones realizadas a sus composiciones, fusionadas con arreglos vanguardistas, contemporáneos. En definitiva, Alí no tiene quien lo releve, y sigue cantando, como lo hizo en su tiempo. Alí Primera el ecologista, férreo defensor de la natura:
“Yo no me quedo en la casa
pues al combate me voy
voy a defender La Puerta
en el valle del Momboy”

El Alí, el hijo de Bolívar libertador:
“Dicen que viene a caballo
pero trae en la gualtrapa
un arsenal de cariño
para querer a la patria”.

El Alí, el trovador del romance y la ofrenda:                                                                                                                      
“Vamos a darle una flor
a aquella paraguanera
flor cantarina negra-amarilla
   que ya las tunas están en cinta”

El Alí que honró a los cantores de Venezuela:
“La tonada es amorosa
en la boca de Simón
es brillante mariposa
volando de flor en flor
es como nombrar al hombre
a la altura del amor”.

  El cantor que homenajeó a los pintores Armando Reverón, César Rengifo y Bárbaro Rivas con auténtica admiración, y colocó sus pinturas en las carátulas de los 13 álbumes que produjo con los sellos Promus y Cigarrón.
Cada 16 de febrero, en la península de Paraguaná se realiza “La marcha de los claveles”, la misma comienza temprano en la mañana y participan los cantores, músicos de calle, artesanos, gente humilde, estudiantes que marchan con claveles rojos en alto; la flor predilecta de Alí. El clavel florece en el verano intenso y llena con su aroma a toda la península de Paraguaná, las praderas norteñas de África y la península ibérica. Alí lo prefería rojo. Para recordarlo y rendir tributo, van desde su casa, ahora convertida en Museo Primera, hasta el cementerio de Santa Elena donde reposan los huesos del trovador. Van entonando sus canciones, lanzando consignas y versos, saludando a los parroquianos paraguaneros, a los habitantes de su amado “conuco del mar”. Es tradicional ver a sus hermanos, sus hijos, y su mujer Sol Elena Musset junto a muchos seguidores, marchando con ímpetu, portando los clavelitos coloraos en lo alto de su puño.
En todas sus dimensiones,  Alí Primera sigue vigente, nos acompaña, es canto vivo. Los zulianos en especial, debemos agradecerle tanto amor ofrendado al lago, manifiesto en su tema “Coquivacoa”:
“La guitarra enamorada de Armando
llorando su cocotero,
cuando en la rada se puso negro el lago,
estando azulito el cielo”.

 Él le cantó a nuestros pueblos lacustres, a la “Tía Juana” de los obreros petroleros, cultivó  una sólida amistad con los integrantes del Gran Coquivacoa y del Grupo Guaco, con su paisano Tino Rodríguez y con su admirado Ricardo Cepeda. A Doña Josefina Leal, la viuda de Molero, la consideraba su segunda madre, en su casa pernoctaba, en su inmenso patio sombreado por nísperos y guayabales, establecía las parrandas con sus amigos:
¿Cómo le parece Doña Josefina?
 Que en la Guajira la resolana venezolana
quema el amor.

En algún momento Alí afirmó: “mi casa tiene cuatro grandes pilares; el primero es Falcón, mi cuna. Lara es el segundo, tierra de prodigios musicales. El tercero es Caracas, mi centro de creación, epicentro de la militancia política revolucionaria. Y el cuarto es el Zulia, con sus danzas y su gaita soberana, con el inmenso afecto de sus cantores fraternales”. En palabras aprendidas del sabio Umberto Eco, Alí vivió entre nosotros, los lacustres: “En un universo atestado de espíritus creativos”.
Su despedida como cantor la realizó en Maracaibo, cuando el 12 de febrero “Día de la juventud” de 1985, cantó ante el busto del General José Felix Ribas, ubicado en la entrada a la urbanización La Victoria, rodeado por sus compañeros, por algunos estudiantes universitarios y los vecinos que poco a poco se sumaron a su serenata diurna. Horas después, se había marchado, Alí pasó violentamente a otra dimensión inmaterial, se hizo espíritu inasible, se hizo canción. Y desde entonces: no ha parado de sonar.







León Magno Montiel
@leonmagnom
leonmagnom@gmail.com

jueves, 11 de febrero de 2016

El libro “La gaita en crónicas” alcanzó su segunda edición - por León Magno Montiel @leonmagnom

“Una casa sin libros,
es una casa sin dignidad.”
Edmundo de Amicis (Italia, 1846-1908)


La publicación de un libro es un hecho emocionante y significativo, se asemeja al nacimiento de un hijo. Su autor, luego de tantas horas de escritura en silencio monacal, en la más absoluta soledad, de tantas noches y madrugadas absorto en su investigación, en sus reflexiones; llega a ver el tomo, a oler sus páginas con aroma de madera, a sentir su peso. Convirtiéndose en una sensación suprema de vida, como cuando una enfermera le trae al padre ansioso,  el neonato recién llegado al mundo; es un hecho prodigioso que genera felicidad plena.
El 15 de mayo de 2015 viví esa experiencia cuando presentamos mi libro “La gaita en crónicas” en el majestuoso Teatro Baralt, a casa llena, con discursos vigorosos a cargo de la Vice Rectora Académica de LUZ, Doctora Judith Aular, del profesor Ángel Madriz (director del Consejo de Publicaciones de LUZ) y del Secretario de Cultura del Estado Zulia, sociólogo Giovanni Villalobos. Esa noche presenciamos la actuación magistral de los gaiteros, un magnífico ensamble de FUNDAGRAEZ liderado por Ricardo Portillo, Chavín, Jaime Indriago, Ricardo Hernández y Danelo Badell. En el centro de la ceremonia, vertimos los pétalos de rosas sobre el libro recién nacido. Me acompañó mi esposa la Doctora Marisela Árraga de Montiel y el mecenas del proyecto Humberto Bravo, directivo  de la Fundación Trade Quip.
Semanas después lo presentamos en Buenos Aires, en la Biblioteca Nacional fundada en 1810, ubicada en la actualidad en Agüero 2502; es allí donde reposan tres ejemplares del libro, se pueden consultar en línea. En ese paraíso de títulos y autores que dirigió Jorge Luis Borges desde 1955 a 1973,  participé en una “Conferencia sobre Simón Bolívar” dictada por el compositor y cronista zuliano Rafael Rodríguez, fue una brillante jornada intelectual, muy emotiva, con la presencia de los catedráticos de la Universidad de la Plata.
Días después, presentamos “La gaita en crónicas” en la capital guaraní, La Asunción, en el hermoso teatro del Puerto Fluvial. Previamente se proyectó el filme “Diario de Bucaramanga” de Carlos Fung. Al final de la velada, en el corazón de la patria aborigen, cuna del genio Augusto Roa Bastos, brindé un pequeño recital de temas latinoamericanos y la gente lo disfrutó gracias al apoyo de la Fundación Beltway, de su presidente José Roberto Rincón Bravo, quien esa noche nos acompañó gentilmente. Junto a los directivos de la Fundación Beltway llevé el libro a la ciudad de Houston, en Texas, la cuarta metrópolis más pujante de esa nación. Obtuve una excelente aceptación de parte de la comunidad venezolana y latina que reside allí.
En el mes de octubre, por una invitación del Centro Cultural Simón Bolívar de Montreal, lo presenté en esa urbe pluriétnica: la capital cultural de Canadá. Montreal es una ciudad espléndida, fundada por los franceses e irlandeses en el siglo XVII, una gran isla donde se respira arte y cultura en sus confines, bañada por la constante brisa del viejo puerto. Tuve el honor de presentarlo en varias emisoras: Ozónico Radio, Mi Latina, Centre Ville. Así como en el Teatro Leonardo Da Vinci acompañado por el conjunto Gaita Nuestra, del cantautor zuliano Ender Calixto, quien reside en esa ciudad desde hace 14 años. Antes hizo carrera como gaitero con la agrupación Racoa en Maracaibo. Calixto es un auténtico “embajador de la gaita” en las soberbias tierras de arces y maple.
Hace algunas semanas recibí un correo electrónico escrito en francés impecable, fechado en la ciudad de Québec, anunciándome que el libro “La gaita en crónicas” fue aceptado en La Gran Biblioteca de Montreal, ubicada en el 475 boulevard de Maisonneuve Est.  Allí está el tomo, para la libre consulta de los casi cuatro millones de habitantes de la capital quebequense. Es una moderna instalación de cuatro pisos, con múltiples servicios internos, un espacioso café, audio salas, sección multilenguas (donde está ubicada mi obra). Es una joya arquitectónica y cultural, que en su corazón tiene libros por millares. 
Veamos el correo:
Bonjour,
Mes collègues de la Grande Bibliothèque viennent de m’informer que votre proposition de don a été acceptée et que le livre de León Magno Montiel sera intégré à la collection multilingue de la Grande Bibliothèque dans les semaines à venir.
Merci de votre intérêt et de votre patience.
Cordiales salutations.
Daniel Chouinard
Bibliothécaire
Direction du dépôt légal et de la conservation
Des collections patrimoniales.
Bibliothèque et Archives nationales du Québec
En diciembre de 2015, salió al público la segunda edición del libro, aumentada y revisada, manteniendo la portada anterior con la fotografía de La Calle Carabobo, el corazón del Saladillo, gráfica realizada por el maestro Luis Pire, que muestra las fachadas multicoloridas de las casas de esa barriada marabina. Con esta segunda edición participaré en La Feria del Libro en Caracas en el mes de mayo 2016, allí presentaré mi “Conferencia sobre la gaita: Origen y evolución” la misma que he realizado junto a la periodista Mariana Ferrer Mello desde 2004 alrededor de nuestro país, y en las ciudades de Madrid, Panamá y Bogotá; ahora, actualizada.
A estos logros, se une el regocijo por la alianza que han establecido el Consejo de Publicaciones de la Universidad del Zulia y la Casa Editorial del Diario El Nacional, por medio del cual se publicarán en formato digital varios textos, incluido mi libro. De esta forma le estaremos propiciando otro alcance a las obras, los “e-books” estarán llegando a otras instancias, otros públicos, con sus historias y personajes, con las crónicas de vida de los creadores populares y con sus planteamientos.
Quiero agradecer a todos los lectores, a todas las personas que han coadyuvado al éxito del tomo, los que de alguna manera han participado en esta fiesta editorial y musical, y que han permitido que nuestra obra llegue a otras fronteras, a otros lectores en lugares tan distantes como Buenos Aires y Montreal, Houston y La Asunción, y al Ateneo de Paraguaná.
En la India, los maestros del nivel escolar primario, suelen hacer repetir a sus discípulos un proverbio ancestral, que reza: “Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora”. Espero que mucha gente pueda abrir este libro de casi 300 páginas, todas dedicadas a la gaita, a sus orígenes e intérpretes icónicos; para que de alguna manera contribuya a promover la forma musical folclórica más extendida en Venezuela.
  El destacado poeta y ensayista mexicano Juan Domingo Argüelles (Quintana Roo, 1958) afirma: “La historia de este antídoto contra la devastación no sólo de los edificios sino, sobre todo, de la conciencia y el saber, la encontramos en muchos libros”. El libro debe ser antídoto contra la pérdida de identidad cultural, la obstinada vocación actual de borrar nuestra historia cultural y privilegiar la banalidad, la vacuidad, la moda extranjera estéril. El libro “La gaita en crónicas” está llamado a ser una señal de identidad cultural zuliana, y a favorecer la formación duradera en ese ámbito.
Mi gratitud infinita a todos, y espero pueda publicar pronto otros libros, con otras temáticas, con otros personajes y abordajes, los que ya he trabajado y terminado. Solo  esperan su parto, ver la luz. Así podremos hacer realidad, la primera frase del aforismo hindú: “Otro libro abierto, otro cerebro que habla”.







León Magno Montiel
@leonmagnom
leonmagnom@gmail.com


Hay que pasar la página - por Gladys Socorro @gladyssocorro

Llegó la hora. Entramos en la discusión más álgida que tendrá que librar la recién electa Asamblea Nacional: la Ley de Amnistía.

Para algunos se trata de perdón, para otros, de justicia. Lo cierto es que en los tiempos tan convulsionados que vivimos en Venezuela, ésta se hace absolutamente necesaria. Debemos comenzar por reconocernos, aceptarnos y respetarnos como ciudadanos con los mismos derechos, deberes, oportunidades, pero por sobre todo, con las diferencias de pensamiento.

La competencia de su elaboración, discusión y aprobación es exclusiva del parlamento. Son los diputados electos, con la pluralidad que representan, quienes tienen la obligación de llevarla adelante, incluídos los chavistas, cuyos líderes políticos son lo que son, y están donde están, gracias a medidas como éstas aplicadas en gobiernos anteriores. ¿O es que acaso hay amnistías buenas y amnistías malas? Pues no. Disentir políticamente no puede ser un delito para nadie.

Podemos hablar, entre los casos más emblemáticos, de Manuel Rosales, exgobernador del Zulia y presidente fundador del partido Un Nuevo Tiempo. El gobierno lo obligó a pasar a la clandestinidad, vivir poco mas de siete años en el exilio y, desde octubre pasado, permanecer encerrado en El Helicoide. ¿Cuál fue su delito? Rivalizar políticamente con el difunto y tener un liderazgo consolidado que sirvió de muro de contención para que el modelo chavista no entrara al Zulia. 

Está el caso de Leopoldo López, entre otros, a quien este gobierno acusa de ser el responsable de 46 muertes en las protestas de febrero 2014. Entonces me pregunto, ¿por qué no va preso Nicolás por ser el responsable de los 20 mil muertos anuales que tenemos en el país por falta de mano dura del Gobierno contra el hampa?

Aquí no hay muertos buenos ni muertos malos. No se puede jugar a la política a costillas de las vidas humanas y de las tragedias familiares. El país necesita la pronta aprobación y promulgación de la Ley de Amnistía. Es urgente que nos reconciliemos.

En realidad, todos necesitamos lo que podríamos llamar una Ley de Amnistía individual, un acto de contricción, para dejar a un lado el odio y las descalificaciones que por tantos años nos han separado. Hay familias divididas por radicalismos políticos, y eso es imperdonable. Mientras no nos reconciliemos seguiremos en un círculo vicioso que no nos permitirá avanzar ni en lo personal ni como país.

No hay vencidos ni vencedores cuando de lo que se trata es de rescatar el único país que tenemos. Hay que pasar la página de este capítulo en la historia nacional en el que mas allá de un modelo político, el mayor daño ha sido el resentimiento, la violencia y el pase de facturas.


Gladys Socorro
Venezolana y periodista
Twitter: @gladyssocorro

¿Qué hace Astolfo Romero tan solo en esa plaza? - por León Magno Montiel @leonmagnom

“Fue una oleada de dolor colectivo”
Paul Auster (Nueva Jersey, 1947) 

Desde algún lugar que no logramos determinar, alguien nos enciende luces para que podamos seguir caminando por las tenebrosas sendas de la vida. En momentos difíciles, cuando los nubarrones impiden ver el sol, y sentir sus rayos luminosos en la piel, nos acompañan almas tutelares cual faros potentes, que nos guían entre las místicas penumbras.

En nuestra vida musical hemos tenido acompañantes fieles que han estado a nuestro lado como fanales en el lago, que nos han indicado por dónde continuar nuestra ruta de vida, el difícil sendero artístico. Sin duda, uno de esos guías, mentores, ha sido Astolfo Romero; desde la misma noche del 20 de mayo de 2000 cuando decidió marcharse sin ninguna advertencia o anuncio, sin despedidas. Tomando las palabras del novelista neoyorquino Paul Auster, la muerte de Astolfo representó “una oleada de dolor colectivo” para todos los que amamos la gaita. Pero su alma musical no se ha extinguido, sigue vibrando en los actos culturales en las escuelas, en las parrandas familiares, en las emisoras que anuncian sus gaitas con júbilo y en los conciertos gaiteros. 

Pocos como el bardo nacido en Santa Lucía el 8 de febrero de 1950, en la calle Jugo, han abordado la gaita desde tan diversos ángulos y aristas. Él le cantó a las tradiciones, a los personajes del pasado, a la Virgen Chiquinquirá, a la navidad, a sus amigos Aguillón el cabezón y Renato candela, a las mujeres hermosas de nuestra patria encarnadas en florecitas, al burro, al barbero, a las tiendas de la vieja Maracaibo, a las madres, a las viejas sinfonolas, a Bolívar como el paladín de la conciencia americana. 

Cuando estamos a pocos días de celebrar los 66 años de su natalicio, veo al Parroquiano solo, abandonado en una plaza sórdida, sempiternamente vacía, sin ningún aire de gloria. Para mayor afrenta a su estatura de cultor popular, está representado en un busto de poca monta, ubicado en una esquina, como si estuviese cobrando un corner en un campo de fútbol olvidado. 

¿Qué hace Astolfo Romero tan solo en esa plaza, tan lejos de su amada barriada El Empedrao, sin su cuatro, sin sus amigos gaiteros? Creo que llegó la hora de hacerle justicia, darle un trato más digno a su memoria y enderezar ese entuerto. Con homenajes como ese, no se eleva a ningún icono cultural, sino que se entierra en el olvido: que es la peor de las muertes. El poeta mexicano Elías Nandino escribió sobre la muerte, “la temida nada”:

“¿Qué es morir?
Morir es 
alzar el vuelo
sin alas
sin ojos
y sin cuerpo”.

Si algo anhela un cantor es su trascendencia después de la muerte; la vigencia de su legado es su auténtica tierra prometida, como ha pasado con Ricardo Aguirre, Felipe Pirela, Alí Primera, Simón Díaz, Armando Molero, Tino Rodríguez y Rafael Rincón González. En mi caso particular, mi hermano Leandro Lenin Montiel, sigue especialmente presente, guiándome.

Astolfo compuso tres temas que dan cuenta de su respeto por los que dejaron su aporte a la gaita, a la vida cultural; plasmó en ellas su admiración profesa por los que dieron su luz, en su paso fugaz por la vida. La primera de ellas es “La cardenalera” de 1987 cantada por Carlos González, donde rinde un homenaje a los fundadores de la divisa “Cardenales del Éxito” en 1962, su agrupación más querida:

“Muchos fueron los cultores
propulsores del folclor 
de calidad superior
porque fueron los mejores.
Mil gracias a esos señores
que ayudaron cada año
a escalar cada peldaño
de veinticinco primores”.

La segunda gaita dentro de esa temática de duelo y despedida, la escribió cuando murió el capitán de la aeronáutica civil Omar Barboza, sucedió mientras realizaba un vuelo de prueba en un avión recién reparado. El capitán Barboza era su compadre, un reconocido gaitero natural, seguidor de la carrera de Astolfo y de Renato Aguirre, su entrañable amigo. El DC-9 que pilotaba cayó a las aguas del Mar Caribe, al parecer se le desprendió la cola y se precipitó a las aguas en barrena (según dedujeron los expertos). No quedaron restos ni vestigios del siniestro, la nave y sus tripulantes se volatilizaron. En su memoria compuso la gaita “Te estamos esperando”, en 1994:

“Ahí tenemos la pajilla
y tus maracas sonoras
ritmo de cuatro y tambora
y un cuatro de maravilla.
Omar te estoy esperando
para ir a parrandear;
aunque no puedo olvidar
que aún te encuentras volando”.

Esa gaita Astolfo la grabó llorando, impactado por la sorpresiva muerte de su amigo y su misteriosa desaparición en el mar, sin dejar ningún rastro. Lo acompañó La Parranda Gaitera, la agrupación que él creó y dirigió en 1992.

El tercer tema lo dedicó a sus hermanos menores, dos vástagos de Rafael Romero “El marino”, que al igual que él, murieron por problemas cardíacos a temprana edad. Esa gaita la grabó en 1998 con Los Colosales de Ricardo Cepeda y la tituló “Huellas”:

“Propaga con tu tesón
la luz de tu buena estrella
que vivir dejando huellas
fortalece el corazón
siente la satisfacción 
en cada paso que des;
y tendrás siempre a tus pies
el aplauso y la razón”.

Vuelvo a la plaza del sin-sentido, rodeada por un tráfico infernal pero lejos de todo lo relacionado con la gaita, la tradición y la vida de Astolfo Romero. Allí está el catire con sus bigotes, no tiene placa ni leyenda, solo su busto de yeso y cemento, con su figura lacerada, sin el menor cuidado, abandonado a una triste suerte.

Julio Cortázar, en unos de sus cuentos geniales, expresó: “Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta". Creo que si por un instante ese busto del Parroquiano hablase, nos pediría que lo devolviéramos a su barriada, a su territorio de afectos, su Santa Lucía natal: vecindad donde aún escuchan su canto tribal y lo acompañan jubilosos. 


León Magno Montiel
@leonmagnom
leonmagnom@gmail.com